martes, 2 de octubre de 2007

Editorial (Núm. 169, julio-septiembre, 2007)

El 6 de julio de 1907 nació Frida Kahlo, la pintora que se ha convertido en un icono del mundo artístico. Hoy, se cotizan a precios sorprendentes sus pinturas. Hoy, se realiza un homenaje Nacional en el Museo de Bellas Artes. Su obra ha provocado intensas discusiones. Lo cierto es que en México representa un símbolo de la mujer que no se deja vencer por los obstáculos, un signo de la artista que inventa un mundo visual lleno de dolor y resistencia. Así, en esta edición de Caminos Abiertos le hacemos, a través de las imágenes, un humilde homenaje a sus cien años de persistencia y vida. Vida y persistencia que han trascendido los tiempos a pesar de una columna resquebrajada y de una muerte fortuita en 1954.

El Profr. Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán abre la edición describiendo la multipremiada cinta En el hoyo de Juan Carlos Rulfo donde nos explica la importancia del documental en el cine y el lugar que ocuparía este filme en ese universo.

A continuación, el Profr. José Luis Uberetagoyena Loredo reflexiona alrededor del concepto de cultura y de educación desde el punto de vista psicoanalítico.

El siguiente artículo, colaboración de la Profra. Nancy Benítez Esquivel, ubica el problema de la alimentación como una cuestión importante que debe ser abordada por la Educación Ambiental.

El Profr. José Antonio Forzán nos presenta una reflexión posmoderna sobre algunos conceptos (como simulacro, muerte simbólica y mito) en la obra del recién fallecido pensador francés, Jean Baudrillard.

El tema de la comunicación deliberativa (presente en Coloquios, Mesas redondas, Foros, etc.)considerando la participación clave del moderador y relator es motivo de análisis de los Profrs. Anselmo Hernández Quiroz, Fernando García Córdoba y Alma B. León Mejía.

Cerramos la edición con un texto del Profr. J. Alberto Navarro Álvarez en el que describe el proceso del devenir de las palabras como expresión de la existencia humana.

En el Hoyo o la galaxia que es cada individuo y el universo del documental que lo contiene

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán

“El cine está asociado de la manera más estrecha con la actualidad. En esto reside su potencia de arte de masas, su potencia de arte amado por el pueblo, la más importante de las artes”
Alexander Donchenco


Para Carlos Velo –que lo mismo realizó documentales sobre abejas que el documento-ficción Torero (célebre por ser una profunda reflexión sobre el miedo), así como el famoso testimonio sobre la apertura de cursos que realizara el presidente Luis Echeverría en Ciudad Universitaria 1975 de la cual saldría descalabrado- definía lo que era documental como:

“es el tipo de cine que trabaja con la realidad misma de los hechos de la vida, tanto como de la vida que puede ser analizada por un científico, un biólogo, como de la vida social de los seres humanos: hechos reales. A veces estos hechos pueden ser históricos o ser producto del hombre pero será documento por que tiene una información cultural. El cine documental se mueve en la órbita del registro de la cultura en todas su formas.”[1]

Más que un género lo documental es una historia. Este tipo de cine nació con la cinematografía de fines del siglo XIX. Desde el inicio, con los Lumiere, el intento último de la cinta de plata, era hacer hablar a la realidad con imágenes, este acto de retrato en movimiento fue usando diferentes estructuras narrativas. Del cine directo; buscando la objetividad y tratando de entender la realidad tal cual, al Cinema verdad cuya pretensión era encontrar un arte comprometido, hasta llegar a la primera cúspide del documental con Flaherty con los famosos relatos de cómo el hombre enfrenta a una naturaleza dura, cruel e inhóspita y sobrevive en este afán. Con Nanook El Esquimal y El Hombre de Arán el drama es introducido como elemento estructurador del documental.

El documental irá incluyendo, a lo largo del siglo XX, otros elementos constitutivos como la persuasión y la seducción, para muchos la obra de Leni Riefenstahl, La Olimpiada de Berlín o El Triunfo de la Voluntad son la base para entender a la publicidad moderna. Asimismo, el cine se vistió de etnografía, se convirtió en un observador participante para entender las diversas culturas de la tierra, en forma honesta.

En nuestro país el cine documental tiene una larga historia que inicia con las vistas de Porfirio Diaz. La historia registra un título profético como primer documental: Pelea en el Zócalo (1897). Durante la Revolución, los hermanos Alva, pero fundamentalmente Salvador Toscano, levantaron un minucioso registro de acontecimientos, conformado como historia oficial por Carmen Toscano en los cincuenta en Memorias de un mexicano. En los treinta Serguei Eisenstein, a su paso por México, revelara una estética de tal contundencia que será imposible apartarse de ella.

Son muchos los rollos de película, directores y campos temáticos que se han tocado en este país. Sin otro ánimo que el de compartir un gusto, nos permitimos mencionar 11 ejemplos notables de nuestra colección personal: El grito de Leobardo López, que documenta el movimiento del 68; Laguna en Dos Tiempos de Eduardo Maldonado, sobre un ecocidio provocado durante el boom petrolero; El niño Fidencio de Nicolás Echeverria sobre el fenómeno popular de una creencia en una cura milagrosa; Ser de José Ruviorosa sobre el modelo de consumo que nos acompaña de la cuna a la tumba; ¿Quién Diablos es Juliette? de Carlos Marcovich sobre la historia verdadera del parecido existencial de una joven cubana y una modelo michoacana; Etnocidio, notas sobre el Mezquital de Paul Leduc sobre la desgarradora pobreza en México; Pueblo mexicano que camina de Juan Francisco Urrusti, sobre la forma en que México se mueve entero el 12 de diciembre de todos los años; Testimonio Zapatistas de Ramón Aupart, sobre los sobrevivientes de este movimiento en Morelos; No les pedimos un viaje a la luna de Mari Carmen Lara, sobre las costureras y el temblor de 1985; Toro Negro, de los directores Pedro González Rubio y Carlos Armella, que sigue a un torero suicida y alcohólico en Yucatán; y Pepenadores de Rogelio Martinez Merling, sobre los habitantes de la basura en la ciudad de México.

En los últimos veinte años cineastas como Ron Fricke, Godfrey Reggio y Errol Morris comenzaron a mover lo documental hacia un plano más conceptual y crítico. Obras como Koyoonisqatsi (1983), Powqqatsi (1988), Baraka (1992) y Microcosmos (1996) son muestra de ello. El cine documental se ha relanzado con obras como La corporación, Roger y yo, Masacre en Columbine o Retratando a la familia Freeman, han dado un giro espectacular rasgando el terciopelo y la alfombra roja de la cinematografía norteamericana, de tan fuerte el tirón que tuvo que ser reconocido por premios y festivales aun en los mismos Estados Unidos.

Hay que sumar a esto, obras de denuncia como Decepción por Panamá y series de televisión como Cosmos de Carl Sagan, canales específicos para difundir documental como History Channel, Discovery y National Geographic, y obras a medio camino entre la ficción y el documental como Cascabel de Araiza, Perfume de violetas de Marisa Sistach, o la obra de Fernando Mirelles en las favelas de Brasil o la enfermedad en África.

Más recientemente obras como La Pesadilla de Darwin; La canción del pulque; Los cosechadores y yo; El violín; Wall mark; Cuando los diques se rompen: Réquiem en cuatro actos; Las voces del Prestige; Súper engórdame; Génesis; Fahrenheit 911; La Marcha de los Pingüinos; Alas de libertad y Memorias de un Saqueo han noqueado las audiencias del cine en todo el mundo. En estos documentales se hace evidente lo que intuíamos, de lo que sabíamos, sólo la primera capa. Aquí hay trabajo de complejidad: nos enseñan, recrean, comparten, posibilitan, guían y dejan ver el reflejo de una realidad poco humana y con frecuencia desencarnada, a veces indescriptible, a veces luminosa.

Todo esto para poder hablar del film En el hoyo, que de inmediato nos hace pensar que con la globalización, las evaluaciones y certificaciones tienden a ser planetarias. Uno puede sentirse confiado de ir al cine y ver una película de un mexicano cuando tiene once premios internacionales. Más tranquilo debería sentirse uno al sentarse en la butaca si ha visto dos notables películas anteriores realizadas por el mismo Juan Carlos Rulfo que son verdaderas recreaciones fotográficas con fuertes implicaciones personales. Son también ejercicios genealógicos, ajuste de cuentas, hermenéutica de imágenes, búsqueda del origen, la raíz y la razón de lo que se es. En El Abuelo Cheno, se cuenta el asesinato de éste a muchas voces y explica y anticipa el Pedro Páramo de Juan Rulfo. A su vez, en Del olvido al no me acuerdo hace un homenaje no institucional de un hijo a su padre.

Sobre esto no había problema. En El Hoyo venía garantizada por festivales internacionales institucionales prestigiados e independientes y por la misma obra auténtica y rica del "Hijo del Mito."

Eran otras mis dudas, antes de que se apagara la luz de la sala ¿Cómo sería retratada la ciudad más barroca del planeta por este Juan Carlos Rulfo tan minimalista que ha retratado cielos y sillas en el Llano en llamas en la frontera de los Estados de Jalisco y Colima?; ¿Una vez saldada la cuenta con el pasado, esta obra representaba el presente y el futuro del artista? ¿Cómo sería tomado este documental en medio de una guerra de propaganda postelectoral? ¿Serviría más para unir o fragmentar a esta sociedad mexicana?.

Los 84 minutos de duración de En el Hoyo, son increíbles porque relatan la vida de ocho mexicanos: observados, seguidos, perseguidos, dialogados, retratados, en el ámbito de transformación y constitución que es el trabajo. El trabajo que les da orgullo, sentido, relación con los otros, amistad, afecto, identidad, cansacio, alegría, quebranto, que los titula y los rehace, que les permite especular sobre la realidad, apropiarse en la construcción de la misma. El trabajo como peligro pero también como posibilidad del pánico del hambre.

Estamos no ante la gran historia, ya muerta y enterrada por la posmodernidad, sino ante el relato de estos albañiles invisibles, sobre los que recae la construcción de las ciudades, a la microhistoria que apenas aludimos cuando desesperados, por el tráfico urbano, mencionamos como una conjunta: Haber cuando acaban, flojos. Por que no trabajan las 24 horas.

Les reclamamos sin verlos, sin entenderlos. Mexicanos con una filosofía de la vida que enmiendan refranes (a todo se acostumbra el hombre, menos a trabajar), que sirven de espejo, al reflejarse ante el intento antropológico (güero, tú que piensas del amor), que aportan desde el sentido común popular capítulos a la pedagogía (lo que necesita este país es educación y esta consiste en como un padre le habla a su hijo), o que utiliza la metafísica rulfiana sin abrir un libro (los puentes necesitan muertos para que los sostengan).

En el hoyo es impecable con las reglas mínimas del documental[2]: observación intensiva, creación colectiva, plan de ataque, fuerza subjetiva, amor por la humanidad, etc. La cámara nos hace cómplices de los juegos del Chabelo y el Grandote, nos da pastel, nos regala coches incendiados y suculentos guisados de albañil. Juan Carlos Rulfo va hacia la gente: en el cambio de ropa, el camión que no para, las casas, los gustos, las pasiones, el peso de los pasados, los errores vitales y los sueños de justicia.

El escenario y personajes: los trabajadores de un pequeño pedazo del puente más grande del país. Segundo piso de enconos y controversias, que alguien relata desde la cámara en el hombro.

Como ustedes observaron, hace unos días Juan Carlos Rulfo, nos dio una entrevista (20 de septiembre del 2006) y nos ganó para siempre, sobre todo por su humildad, conocimiento y por su profundo sentido humano: anteponía la amistad encontrada a cincuenta metros del piso del periférico, al éxito económico; nos dijo que era más importante las historias de la gente que el equipo técnico de filmación; nos platicó de la importancia de encontrarse a gusto con lo que se crea y de sus futuras creaciones que pasaban por encontrar este México y por colaborar a su reencuentro, más que sacarle jugo en la taquilla.

Le pregunté si En el hoyo recuperaría lo invertido económicamente, me habló de su deuda y de su esperanza de recobrar algo. Vale decir aquí que En el hoyo ya es la película más vista en salas cinematográficas nacionales y la más premiada del año. Todavía es tiempo de verla en cartelera, sobre todo porque sigue este auge del Documental, la historia del documental nacional y la personal del cineasta. Pero sobre todo por estar cuidada, muy bien hecha.


En el hoyo (México, 2005) Dirección, fotografía y cámara: Juan Carlos Rulfo. 84 minutos.

[1] Rovirosa J( 1990) Miradas a la realidad. Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. UNAM. Pág. 24
[2] Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (2006) Documental. Cuaderno de Estudios 8. México. UNAM

Cultura, educación y represión pulsional

Una aproximación psicoanalítica a la antropología

José Luis Uberetagoyena Loredo

No puede soslayarse la medida en que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional, el alto grado en que se basa, precisamente, en la no-satisfacción (mediante sofocación, represión, ¿o qué otra cosa?) de poderosas pulsiones.
SIGMUND FREUD


Presentación
El presente ensayo versa sobre el tema de la cultura y la educación desde la perspectiva freudiana. Sigmund Freud formuló diversos conceptos acerca del papel de la educación y sus efectos en la formación de los sujetos de acuerdo con cuatro periodos en los que se constituye la teoría psicoanalítica: primero, el de los orígenes del psicoanálisis (1895-1909); segundo, el de la técnica psicoanalítica (1909-1915); tercero, el afianzamiento clínico (1915-1930); y, cuarto, el malestar en la cultura (1930-1938)
De manera muy general, Freud enfatizó de qué modo la educación tiene un lugar primordial en la génesis de las neurosis o cómo mediante ella se ejerce la represión de las pulsiones, la adaptación al principio de realidad, la sublimación y la necesaria socialización de los sujetos frente al ingobernable poder de los deseos inconscientes.
Los fundamentos epistemológicos y filosóficos del psicoanálisis son antiempiristas; por ello, Freud construyó sus propios conceptos y propuso una teoría y un método para estudiar las manifestaciones inconscientes de los sujetos como los lapsus, los sueños, las fantasías y los síntomas. De este modo, es probable que estas aportaciones conceptuales, técnicas y metodológicas del psicoanálisis, al ser extrapoladas, sin proponérselo deliberadamente Freud, abrieran líneas de investigación en el campo educativo.
. En este ensayo, he dado prioridad al término de cultura y señalo las relaciones que guarda con el de educación, sobre todo porque las lecturas de los antropólogos más famosos privilegian el concepto de cultura como central en su disciplina.


La reflexión epistemológica inicial
Causa enorme sorpresa a los estudiosos de la ciencia que, mediante el ejercicio supremo de la reflexión minuciosa sea posible acceder a verdades universales, elevándose sobre la acumulación de datos empíricos cuya obtención implica muchísimo trabajo, consume energía humana y sus conclusiones no siempre son tan satisfactorias. Es ésta, ciertamente, una experiencia de resignación, aceptando que la construcción científica se logra después de una ardua y tenaz lucha. Lo han dicho de diversas formas Hessen, Poincaré, Kuhn, Bachelard, Popper, Feyerabend, Lakatos, Bunge, Goldmann y cuantos más estudiosos de la filosofía de la historia científica, gnoseología y epistemología. Sin embargo, saberlo no es una condición suficiente que nos permita aprehender la dimensión profunda de la aventura de hacer y producir ciencia.
Este ensayo es un intento de cernir cuál es la concepción acerca de la cultura, a la que Sigmund Freud se inclina, y descubrir en qué reside su singularidad y sus aportaciones a la antropología y a la ciencia de la educación. Para cumplir con este propósito realice la lectura de El malestar en la cultura (1929), y que, en el corpus freudiano se le clasifica dentro de los estudios sociales. Es posterior a El porvenir de una ilusión (1927), en el que se ocupa del estudio de la religión y los mecanismos psicológicos que llevan a los individuos a refugiarse y a consagrar sus vidas de una manera absoluta al culto a una deidad. El título inicial que había elegido Freud para aquél libro era el de La infelicidad en la cultura, lo sustituyó más tarde por el de malestar, aunque perfectamente también se le aproximan los sentidos de otros términos como inconformidad y descontento. Finalmente prevaleció el de malestar que era más congruente con la orientación y articulación conceptual psicoanalítica, por su ligazón con el de angustia y culpa.
El asunto que examina constituye en la vida humana un verdadero conflicto: el irremediable e insoluble antagonismo entre las exigencias pulsionales (de vida o sexuales y de muerte; Eros y Thanatos luchando)[1] que mueven la vida anímica de las personas y, las limitaciones y obstáculos que la cultura impone a su realización. ¿A qué obedece ese imperativo cultural tan opuesto a posibilitar la satisfacción tan anhelada? ¿Es consustancial a la cultura el establecimiento de diques a la satisfacción pulsional? o, por el contrario, ¿Hay algo en la misma pulsión, de tipo orgánico que impide la satisfacción completa y que no tiene que ver, de ninguna manera, con los obstáculos que la cultura opone?

Freud y la indagación de la cultura
Freud oscila entre estos dos extremos: las restricciones culturales provenientes del exterior al aparato psíquico o un mecanismo inherente a la misma pulsión que, como medida de control, impide la satisfacción completa, dejando siempre un resto insatisfactorio[2] que redispara la búsqueda de satisfacción. Aunque estos dos extremos ofrecieran una respuesta a esta inquietud, en otros trabajos, Freud seguirá buscando aún otras respuestas y modificará permanentemente las bases de la teoría psicoanalítica, a modo de que se ajusten las nuevas explicaciones que irá produciendo. Son cuestiones que circunscribirán el ámbito disciplinario del psicoanálisis, sobre todo por el énfasis explícito puesto en el examen del destino de las pulsiones. ¿Qué sucede con ellas? ¿Son susceptibles de satisfacción? ¿De qué modo?
Ya en 1897, Freud había afirmado que el incesto era antisocial[3] y que la cultura consistía en la imperiosa renuncia a él; también le había adjudicado a la cultura la responsabilidad de la extensión creciente de la neurastenia en los individuos. No pasa desapercibido que entonces coloca a la cultura en el banquillo de los acusados, aunque, como dije anteriormente le asaltan ciertas dudas con respecto al mecanismo de la represión; vacila entre considerar a éste causado por influencias de tipo social y cultural o debido a un mecanismo inherente a la pulsión sexual, es decir, actuante desde el interior de la misma pulsión, a la que denomina represión orgánica. Se establecen así dos caminos para su estudio: los factores externos o internos causantes de la represión.
No era un tema nuevo en el itinerario psicoanalítico. En los Tres ensayos de teoría sexual (1905), declara que hay un “vínculo de oposición entre la cultura y el libre desarrollo de la sexualidad”[4] como igualmente en torno a las dificultades que conspiran en contra de la pulsión sexual durante el periodo de latencia, de los seis a los once años de edad:

En el niño civilizado se tiene la impresión de que el establecimiento de esos diques es obra de la educación*; y sin duda alguna ella contribuye en mucho. Pero en realidad este desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente, y llegado el caso puede producirse sin ninguna ayuda de la educación.[5]

Ante tal planteamiento, es natural captar qué le intriga a Freud: descubrir cuáles son los factores que intervienen en la represión de la sexualidad; por ello, en El malestar en la cultura se dedica al examen de los factores externos e inicia indagando en qué consiste la cultura. Para responder a esta pregunta, realiza un largo tratado acerca del desarrollo de la vida humana, sus búsquedas y afanes más intensos desde que aparece el hombre en la tierra. No da fuentes en las que se apoya y prefiere el ensayo para desarrollar su investigación.
En este sentido podemos comprender el planteamiento inicial de este ensayo, es sorprendente que un pensador como Freud, sin haber realizado las investigaciones de campo pertinentes de todo antropólogo, haya sido capaz de acceder a conclusiones tan agudas. Y no es cualquier asunto este, pues reconstruye restos de los diferentes hitos del desenvolvimiento de los seres humanos a lo largo de la historia.
El inicio de su argumentación es que los hombres se han movido siguiendo ilusos objetivos en la lucha por la vida como lo son el poder, el éxito y la riqueza y han menospreciado los verdaderos valores; aunque no precisa cuáles son se sobreentiende por la lectura que alude a la salud, el amor, la justicia y la libertad. Realiza toda una reflexión de corte ético y perfila su idea clave, propia de la teoría psicoanalítica: el reconocimiento de las intensas mociones de deseo y su influencia en el comportamiento humano. Aprovecha entonces para detenerse en una explicación de las instancias que interactúan en el aparato psíquico: yo, ello, y superyó, al mismo tiempo desecha la idea generalizada de un yo autónomo que funciona de manera independiente, para mostrar que:

esta apariencia es un engaño, que el yo se continúa hacia adentro, sin frontera tajante, en un ser anímico inconsciente que designamos <> y al que sirve […] como fachada.[6]
Dicha afirmación dio pie a todo el psicoanálisis actual a considerar al yo descentrado del aparato y a revelar su precaria condición en torno a, en este caso en particular, al ello o sede de las pulsiones; pero también la consideración con respecto al mundo externo, equivalente a los términos de medio ambiente, sociedad y cultura, dice: “el deslinde del yo respecto del mundo exterior se vuelve incierto.”[7] Y a reconocer, por las experiencias clínicas de los pacientes de qué manera “el sentimiento yoico está expuesto a perturbaciones, y los límites del yo ya no son fijos.”[8] Lo que permite suponer que realmente ese sentimiento de sí que posee el yo es producto de una serie de fases que permiten su desarrollo. Es irrebatible que no se nace con el yo, ni con el sentimiento de sí mismo (self) sino que es una lenta y dificultada construcción desde el nacimiento, en la que el lactante irá aprendiendo poco a poco a realizar una separación entre su yo y el mundo exterior; consabida distinción gnoseológica entre sujeto y objeto.

De este modo se contrapone por primera vez al yo un <> como algo que se encuentra <<> y sólo mediante una acción particular es esforzada a aparecer.[9]

Estas reflexiones infieren la formación de un primitivo yo que tiende a buscar todo aquello que le procure placer y, lógicamente a contraponerse a todo lo que viniendo de fuera le disminuya esta cuota de `placer; amén de considerarlo ajeno, y, asimismo, amenazante. Hasta este punto Freud distinguió el yo, ello y el mundo exterior, después insistirá también en que esa circunstancia anímica inicial, de cierre frente al exterior (como un encapsulamiento), de búsqueda incesante de placer permanecerá aún en las distintas fases por las que pasará en su desarrollo; ya que todos estos estadios se conservan y permanecen intactos. Así, afirma: “la conservación del pasado en la vida anímica es más bien la regla que no una rara excepción.”[10]
¿En qué hace pensar todo esto? Arriesguemos una hipótesis[11]: en el singular hecho de que durante toda nuestra vida nos la pasamos anhelando, a través de un deseo inconsciente, de retornar a un momento paradisíaco primordial que resultó ser la vida intrauterina y después los momentos iniciales de la infancia, debido a esa sensación maravillosa de felicidad absoluta, de completud ilimitada, imaginaria, de placer que inunda todas las actividades del niño; y que deja un resto como huella en el registro del aparato psíquico de omnipotencia, de narcisismo sin restricciones que insiste permanentemente en obtener la gratificación deseada. Es la repetición de la experiencia uterina, tomada como modelo de felicidad lograda, vivencia de re-unión con algo perdido a lo que se reintegra: una especie de todo abarcador.
Aún con este discernimiento, Freud seguirá interrogándose si detrás de esta búsqueda regresiva se esconde algo más… ¿Anhelo profundo a lo inanimado? ¿Un deseo de paz perpetua, de descanso eterno? ¿Es esto lo que late en el fondo del deseo inconsciente? Parece que sí, porque el que nace y vive, y tiene oportunidad de enfrentar las vicisitudes que el mundo exterior le ofrece y le opone, con sus normas, regulaciones, limitaciones y convenciones no deja de causarle displacer, quebranto, frustración y muchas decepciones que suelen hacer de la vida una carga pesada, para algunos seres humanos que por cuya conformación anímica no son capaces de sobrellevarla. Es ahí donde Freud descubre la pulsión de muerte, no sólo como impulso a la destrucción sino como anhelo de descanso eterno.

La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes.[12]

Es imposible captar, que en este punto Freud, no transite por la línea del discurso filosófico, aunado a la aportación psicoanalítica se permite preguntar qué es lo que los seres humanos buscan en la vida. Sé que esta búsqueda forma parte del campo de la ética desde los albores de la filosofía y que Sócrates, Platón, Aristóteles, el epicureismo y el estoicismo se dieron a la tarea de responder a ella. Para Freud, buscan la dicha[13], entendida como ausencia de dolor y displacer. De este modo, la concepción del ser humano que sostiene el psicoanálisis radica en el principio de placer, que es quien direcciona la vida; es quien gobierna al aparato psíquico. Y algo más, resulta que este principio entra en conflicto con el mundo externo; no puede actuar solo, ni lograr la satisfacción anhelada de manera inmediata, ni absoluta; de lograrla se alcanza de manera episódica, en momentos únicos que alcanzan niveles insólitos, poéticos o mágicos, por su infrecuencia. La dicha es aquí concebida como la satisfacción pulsional que ha eludido los obstáculos del mundo exterior, intentado constituir un paraíso, a veces artificial, mediante esfuerzos gigantescos. El intento es reducirlo a la medida de nuestros deseos, pero la reflexión freudiana es pesimista y realista, sostiene que tal tentativa está marcada por el signo de lo imposible:

El programa que nos impone el principio de placer, el de ser felices, es irrealizable.[14]


Lleguemos a nuestro punto principal: ¿qué lugar ocupa la cultura en este panorama? Es interesante, sin duda, que en este texto Freud le asigne a la cultura un lugar fundamental en el principio de realidad; la cultura es un fragmento organizado del mundo exterior, estructurado por reglas que, si bien permiten a los seres humanos protegerse de muchos peligros comunes y beneficiarse solidariamente, también es cierto que hay una querella esencial entre el mundo pulsional y la cultura y que es ella la responsable de la vida miserable y de baja calidad en la que una gran mayoría de seres humanos padece. Esto es porque la cultura es hostil a esta satisfacción y como respuesta produce neurosis en las personas, debido principalmente a que no pueden soportar medidas reglamentarias que los frustran; sobre todo cuando desde la educación se establecen metas ideales para el comportamiento, imposibles de alcanzar.
El psicoanálisis reconoce que la ciencia y la tecnología de nuestros días han hecho avances considerables que hacen de a vida algo más digno y la prolongan; admite que estos adelantos procuran una economía de la felicidad un tanto más alentadora porque las aportaciones de la medicina, de la farmacéutica, de la aeronáutica, las telecomunicaciones, entre otras, proporcionan un confort nunca antes visto, pero…
De la definición de cultura, en este texto, se desprende una interrogante acerca de la génesis de las neurosis:

[…] cultura designa toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres

Esta definición la complementa Freud con los datos que la antropología le proporciona: poner la tierra a su servicio, perfeccionar instrumentos, domesticación de animales, dominio del fuego, construcción de viviendas y al mismo tiempo, perfeccionamiento y extensión de los órganos de sus sentidos. Resulta conmovedor el esfuerzo por conectar esta definición con las tesis psicoanalíticas, como en el siguiente ejemplo:

Por haber ahogado el fuego de su propia excitación sexual pudo enfrenar la fuerza natural del fuego. Así esta gran conquista cultural habría sido el premio por una renuncia de lo pulsional.[15]


Conclusión
Pasma la singular lectura que practica Freud de los datos antropológicos; está uno tentado a seguir de manera minuciosa el modo en que relaciona sus inquietudes de investigación en torno a las causas de las neurosis y los elementos explicativos que le ofrecen las disciplinas sociales. Freud es un buscador de sentido; hace que los datos hablen y se instala en una actitud sigilosa de conexiones, de enlaces significativos para arribar a explicaciones de más alcance. Tal actitud replantea la cuestión epistemológica entre los métodos empíricos y la reflexión comprensiva en la Interpretación de los datos; constituye una provocación y una invitación. Por ejemplo, veamos cómo revisa las propuestas que la cultura promueve a través de ideales y valores para ser realizados en los seres humanos de una manera general y casi universal: la limpieza y el orden, las tareas intelectuales, científicas y artísticas, los sistemas religiosos, las especulaciones filosóficas, y las formaciones de ideal de seres humano, es decir la perfección posible a través de comportamientos codificados.
De este modo la cultura se edifica de acuerdo con el consentimiento tácito y explícito de renunciar a la satisfacción de poderosas pulsiones, o de realizar procedimientos indirectos para encontrar sucedáneos. Tal parece que de no canalizar, administrar y dirigir la energía pulsional en un encuentro equilibrado con las exigencias que la cultura impone, los individuos se encontrarían ante graves perturbaciones de neurosis, perversión y psicosis.


Bibliografía
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FIRTH, R., et. al. Hombre y cultura. México, Siglo XXI, 1999.
FREUD, Sigmund. Tres ensayos de teoría sexual. Argentina, Amorrortu, 1981.
______________. El porvenir de una ilusión. Argentina, Amorrortu, 1981.
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GOMEZ, Carlos. Freud y su obra. Madrid, Biblioteca Nueva, 2002.
HARRIS, Marvin. El desarrollo de la teoría antropológica. México, Siglo XXI, 1999.
LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J.-B. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona, Labor, 1987.
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RANK, Otto. El trauma del nacimiento. España, Paidós, 1981.
VALLEJO, Américo. Vocabulario lacaniano. Argentina, Helguero, 1987.


Notas a pie de página

[1] El concepto de pulsión está considerado, dentro de la teoría psicoanalítica, como una de las innovaciones aportadas por el pensamiento de Sigmund Freud. Este concepto nunca se confunde con el de instinto, con el cual algunas malas traducciones han trasladado el término alemán de trieb. Cuando se acude a su uso, en el contexto de la lengua alemana, se le distingue nítidamente del de instinkt. Pulsión alude a un “Proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin, según Freud, una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto la pulsión puede alcanzar su fin.” (Vid. J. Laplanche, J.-B. Pontalis. Diccionario de psicoanálisis. México, Labor, 1987 p. 324.)
El concepto de pulsión está en relación estrecha con el de sexualidad humana. Y aunque se piensa que a través del objeto sexual elegido, la pulsión alcanzaría la “satisfacción” ,o, al menos, racional y mecánicamente, desde un punto de vista fisiológico, así se podría suponer. Sin embargo, Freud, al estudiar las perversiones y las diversas modalidades de la sexualidad infantil (oral, anal, fálica), rechaza la idea difundida, común y corriente, que considera la pulsión sexual ligada con un objeto específico, una finalidad concreta y que se le localiza en las excitaciones y el funcionamiento genital. Muy por el contrario, muestra que el objeto sexual es variable y azaroso y sólo se le llega a elegir en su forma definitiva en relación directa y singular con las vicisitudes de la historia de cada sujeto. Además que los fines son múltiples, no siempre claros (no sólo se busca la reproducción biológica, sino placeres de lo más variable e ignotos) sino parciales (orales, anales, escópicos, etc.) e, íntimamente dependientes de fuentes somáticas (zonas erógenas).
Por consiguiente, las investigaciones de Freud señalan que las pulsiones parciales no se subordinan única y exclusivamente a la zona genital, asimismo no se integran preponderantemente a la realización del coito. Y de suceder así, lo hacen al final de una evolución completa que no viene garantizada por la simple maduración biológica.
Las consideraciones anteriores llevan a la conclusión de que la satisfacción es siempre parcial e incompleta. La pulsión sólo gira alrededor de su objeto, sin alcanzarlo nunca de manera directa, sino fantaseada. Por ello el psicoanalista francés, Jacques Lacan (1901-1981), extiende esta conclusión a muchos más puntos no resueltos en la obra de Freud, remitiendo su solución a esta encrucijada estructural, casi ontológica del ser humano: la satisfacción completa en todas las aspiraciones humanas es una ilusión, una fantasía, un sueño, una aspiración imposible. De allí, que sea costumbre, en los ámbitos psicoanalíticos, de corte lacaniano, decir que la vida humana está marcada, irresolublemente, por una incompletud constitutiva y que el deseo es siempre un deseo insatisfecho, puesto que una satisfacción pensada en términos absolutos implicaría la muerte del deseo.
Otro elemento adicional que introduce Freud con respecto a la noción de pulsión es el de empuje al que concibe como un factor cuantitativo, energético, económico (de diversas magnitudes administrables o no) que le impone al aparato psíquico una exigencia de trabajo específica.
La Teoría de las pulsiones en Freud siempre fue dualista. En año de 1920, en el texto Más allá del principio del placer estableció la existencia de dos pulsiones básicas: la sexuales y las de muerte.
Pulsiones sexuales: noción que permite a la vez precisar el sentido de la sexualidad y evitar cualquier confusión con el instinto. Se opone a las pulsiones de autoconservación y entra en la categoría de las pulsiones de vida o Eros.
Pulsión de muerte: contrapuesta a la pulsión de vida, representa para Freud la búsqueda que realiza el ser vivo con vistas a sustraerse a las tensiones y retornar a un estado inorgánico. La pulsión de muerte se entiende ya sea como una tendencia a la autodestrucción, ya sea como una pulsión de agresión dirigida hacia el exterior.
[2]Vid. Sufra. p. 4.
[3]El incesto es calificado invariablemente por cada sociedad como pecado, como tabú: sólo hay diferencias en cuanto al grado de parentesco permitido o prohibido. Considerados desde la perspectiva del siglo XX, el incesto y el asesinato, en cuanto implican destrucción, son factores determinantes en el proceso histórico. Katalin Kulin dice al respecto: En ambos casos es únicamente el temor a que el posible vástago sea un monstruo lo que plantea un problema; en realidad es el futuro, el mañana, lo que está amenazado. Cabe observar entonces que este mitema significa el peligro inmanente de que se vaya imposibilitando la existencia humana. (Cfr. Katalin Kulin. Creación mítica en la obra de García Márquez. Budapest, Akademiai Kiadó, 1980. p. 179.) Así, por ejemplo, para Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, el incesto es el significante permanente en el proceso que tiene lugar entre los orígenes, lo que propicia el éxodo y por consiguiente la fundación de Macondo y en las postrimerías que se consuma con Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia y que provoca la destrucción de la estirpe y el nacimiento de un hijo con cola de cerdo.
[4] Sigmund Freud. Tres ensayos de teoría sexual. Argentina, Amorrortu, 1981. p. 242.
*Las negritas son mías.
[5] Ibíd. pp. 177-178
[6] Sigmund Freud. El malestar en la cultura. Argentina, Amorrortu, 1981. p 67.
A partir de este momento todas las citas se extraerán del mismo libro y se citará de la siguiente manera: El malestar seguido del número de página
[7] El malestar p. 67
[8] Ídem
[9] Ibíd. p. 68
[10] Ibíd. p. 72.
[11] Como se afirmó en la presentación de este trabajo, el psicoanálisis es una disciplina que no requiere de demostraciones experimentales. Es adverso al empirismo ingenuo y para ello su modo de proceder habitualmente depende del dispositivo que para tal propósito ha diseñado, consistente en hacer uso de un diván, de una regla fundamental (de asociación libre, que exige del paciente-analizante la disponibilidad para hablar del modo más fluido, intentando decir lo que se le ocurre, pasa por su mente) y de apego al discurso del paciente. Por tal motivo, muchas de las sesiones clínicas, pueden ser entendidas, interpretadas, como una manifestación, a través del discurso pronunciado del paciente, de fantasías cuyo referente es indemostrable. Tal es el caso del carácter de esta hipótesis. Tan sólo es una inferencia como cualquier otra, que intenta eslabonar un sentido ahí donde éste falta. Lacan incorporó al pensamiento psicoanalítico el concepto de tres registros de la vida humana: lo simbólico, lo imaginario y lo real para resolver muchas dificultades a la hora de comprender la subjetividad. La hipótesis enunciada tiene un antecedente histórico en el movimiento psicoanalítico. Fue Otto Rank quien, en su libro El trauma del nacimiento, intentó articular dicha explicación. El aporte de Lacan permite distinguir ciertos niveles de sentido del discurso de los analizantes. Así, lo imaginario está relacionado con la pregnancia (fijación coagulada, cristalizada) de las imágenes, con el apego a las fantasías o fantasmas del yo. Lo simbólico, remite al lenguaje como una estructura de significantes. Lo real, está relacionado con todas aquellas experiencias en las que el razonamiento lógico y las fórmulas simbólicas convencionales no son capaces de expresar ciertos contenidos. Constituyen la experiencia de lo indecible, lo inefable, porque el lenguaje está incompleto en sus significantes para expresarlos. Incluso, Lacan, en su discusión con los filósofos, llega a afirmar que lo real es lo imposible.
Por otra parte, cuando se conjetura la felicidad de la vida intrauterina ésta es un constructo teórico. El psicoanálisis estudia y habla de lo inconsciente; la felicidad de la que aquí se habla es una felicidad adquirida antes de la conciencia, prehistórica, prenatal, sólo figurada como fantasía en el discurso; su propio reconocimiento es inconsciente al igual que su búsqueda. El propio sujeto no sabe que la busca; sin embargo, muchas de sus acciones y síntomas se rigen por la lógica de este deseo inconsciente y que el trabajo psicoanalítico, terapéutico, infiere, después de un arduo trabajo, a través de las asociaciones de los analizantes. La felicidad aquí mencionada, no es consciente ni adquirida socialmente mediante logros económicos, sociales, amorosos, intelectuales; esta última, es una clase de felicidad que se busca concientemente, puesto que con ella se logra aceptación en el contexto social del individuo. La felicidad intrauterina no es consciente: es un saber que no se sabe que se sabe, a diferencia del conocimiento que es una posesión intelectiva consciente.
[12] Ibíd. p. 75
[13] Esta cuestión engarza el pensamiento de Freud con las teorías éticas de la antigüedad grecolatina. Cabe destacar que sería conveniente acercarse al pensamiento de Sócrates, Platón, Aristóteles, estoicos y epicúreos para entender ampliamente la singularidad del pensamiento freudiano al cuestionamiento ético de ¿Cuál es la finalidad de la vida humana? o, ¿Qué busca el hombre en esta vida?, preguntas a las que cada uno de los estos filósofos, muy a su manera, respondieron afirmando que era la felicidad o eudaimonía.
[14] Ibíd. p. 83
[15] Ibíd. p. 89

lunes, 1 de octubre de 2007

Crisis global y alimentación: un tema para la educación ambiental

Nancy Virginia Benítez Esquivel

I
Desde su origen, la educación ambiental se ha concebido como una vía para enfrentar la crisis ambiental que pone en riesgo la vida en el planeta, incluyendo, por supuesto, a la vida humana. Muy pronto este discurso puso la mirada en el modelo civilizatorio actual y su lógica económica, basada en un mercado desigual al que se subordinan -tarde o temprano- la ciencia, la tecnología y la política. Este modelo, de acuerdo con Víctor Manuel Toledo (1992) puede ser visto como un pastel de tres pisos en cuya base se encuentra el sector primario, en relación inmediata con la naturaleza, es decir el campo. El segundo piso lo constituye el sector secundario o industrial que se nutre de la relación del primer piso. El sector de los servicios es el piso que se encuentra en la cúspide de este pastel. Cabe destacar que este modelo no es una pirámide, dado el acelerado crecimiento de los dos pisos superiores y el consiguiente adelgazamiento del primer piso, fenómeno en el que radica la insostenibilidad, pues el peligro real en la crisis global es la ruptura de ese primer binomio que da lugar a la civilización humana, lo que Alvin Toffler llamaría rastros de la primera ola. La crisis ambiental deja ver que si la segunda y tercera olas desplazan realmente a la primera, la civilización humana deja de existir. En este punto cabe insistir en el binomio naturaleza-sector primario, dado que la naturaleza, como sabemos, no necesita del ser humano y éste debe ahora aprender una manera de convivir con y en ella sin agotarla, sin destruirla, respetando sus ciclos y componentes, un tipo de relación que podemos llamar sustentabilidad.
La relación entre el hombre y la naturaleza a través de la producción primaria es la base de la civilización y ha tenido una larga trayectoria en la historia de la humanidad, y hay que reconocer que el modelo urbano industrial, desde su aparición con la revolución industrial ha representado una sobrecarga para esa relación productiva. Cabe recordar que en el actual contexto de crisis las llamadas culturas originarias se encuentran en peligro de extinción, y con ellas saberes milenarios acerca de una relación armónica con la naturaleza.

II
La globalización económica es un fenómeno que agudiza rápidamente la crisis ambiental. Su base es la sobreexplotación de recursos naturales y mano de obra para producir mercancías que se ofertan en una creciente cantidad de mercados en el mundo. Quizá su evidencia más tangible es la posibilidad de adquirir, muy cerca del lugar de residencia, un producto elaborado en diferentes y lejanos países y a un costo ‘competitivo’. Ello lleva implícitos fenómenos como:
a) el incremento de mercados o supermercados en cualquier parte del mundo;
b) el incremento de mercancías industriales, que si no se ofertan en los supermercados, se ofertan en las calles, o cualquier rincón con un tránsito relativo de compradores potenciales. Cabe decir que la mayor parte de estas mercancías no son satisfactores de necesidades reales o se destinan a satisfacer la necesidad de ‘estar a la moda’;
c) la diversificación de lugares de fabricación, que habla de una búsqueda constante de mercados laborales, es decir, de poblaciones con mano de obra barata, legislaciones flexibles y/o autoridades corruptibles;
d) uso de grandes cantidades de recursos materiales y energéticos para el transporte entre uno y otro paso del proceso de producción y distribución;
e) los precios ‘competitivos’ son absorbidos por los trabajadores y los consumidores -casi siempre los mismos- especialmente en los países subdesarrollados, donde la calidad de vida es precaria, mientras que las ganancias se reparten entre las firmas productoras, los medios de comunicación en razón de la publicidad y autoridades. Por otra parte cabe mencionar que un precio competitivo no necesariamente es justo o barato, es competitivo por que puede ser atractivo para el consumidor, tolerable en la competencia, e irreal porque puede estar muy por encima o muy por debajo de su valor;
f) la proliferación acelerada de patrones de consumo cada vez más homogéneos y, por tanto, de culturas en apariencia, también homogéneas;
g) la flexibilización o ruptura de medidas de protección o fortalecimiento de mercados nacionales a través de créditos atados para el desarrollo.

III
En su crecimiento, la globalización se ha afianzado en modificaciones culturales de amplio alcance que han dado paso a una cultura de consumo, al consumismo. Desde nuestro punto de vista el consumismo tiene dos premisas básicas: a) el éxito social o personal se basa en la posibilidad de consumir cada vez más, y b) para poder hacerlo se necesitan ingresos económicos que proviene de un empleo. De esta manera se legitima la invasión de los países a través de la inversión extranjera para emplear a más personas y se legitima la apertura de cada vez más supermercados que, aparte de ‘beneficiar’ con el empleo posibilitan el acceso a los productos.
El empleo y los supermercados se encuentran generalmente en las ciudades, motivando los movimientos migratorios. Cuando el empleo se dirige a los campesinos, se trata de empleo temporal en el mejor de los casos en labores del campo, pero con mayor frecuencia en la construcción de vías o en la maquila, casos que representan una modificación de los patrones de vida y un reforzamiento a la cultura de consumo de la que hablamos, máxime cuando lo que se produce en el campo no es pagado en forma justa por el comprador, ante la indiferencia del gobierno.

IV
El consumismo se expresa en la modificación de hábitos tradicionales, evidencias de la identidad cultural: el vestido, los ritos, la alimentación, por ejemplo. Esos hábitos no son estáticos, necesariamente han incorporado elementos del devenir histórico en cada momento, logrando un cierto equilibrio.
Sin embargo, un punto altamente vulnerable en ese vertiginoso cambio de hábitos y cultura -al que queremos referirnos- es la alimentación. Por una parte, la adopción de elementos antes ajenos a la propia cultura alimenticia, y por otra parte, la transición de la vida rural a la urbana han traído consigo la obesidad -hoy considerada pandemia- a la par que desnutrición. Y más que eso, al parecer la necesidad de ‘estar a la moda’, ya sea a través de la adopción de patrones de consumo novedosos (comer hamburguesas, pizza, etc.) o ya sea por el imperativo hoy impuesto de ‘conservar la figura’, es más fuerte que la necesidad primaria de alimentarse y llevar una vida sana. En este cambo de valores está presente el valor del trabajo, ya no se trabaja para vivir, se trabaja para consumir, aunque ello signifique sacrificar la cultura y la salud.
He aquí un tema necesario y factible para la educación ambiental. La alimentación es una forma de concreción de la relación del sujeto individual y social con su entorno natural, así como es una concreción del momento histórico. En la alimentación se hace presente, de manera cotidiana la imagen que cada quien tiene de sí mismo y la aspiración de futuro a la que se suscribe, en la que se encuentra implícita la visión propia de la vida.
En los hábitos alimenticios cotidianos recién adoptados se hacen presentes gran cantidad de acontecimientos que es necesario empezar a dilucidar y que será difícil agotar, sin embargo, en este momento es posible apuntar algunos:
a) la transición de la vida rural a la urbana que, en un sentido económico significa que la población ya no consume lo que produce, ni produce lo que requiere consumir, ambos fenómenos subordinados al mercado.
b) la modificación de la figura materna, estrechamente asociada al hecho anterior, toda vez que, aunque se sigue concibiendo como la encargada de la alimentación de la familia, se le asocia menos a la tarea de cocinar. La mujer requiere organizar su tiempo para trabajar -y comer- fuera de casa y de utilizar productos preelaborados, congelados, enlatados, instantáneos, que aminoran el tiempo de preparación, pero que representan un riesgo paulatino para la salud. A ello se suma la dificultad de compartir en familia los alimentos;
c) la desvalorización de los alimentos preparados en casa, puesto que aporta mayor estatus comer en la calle;
d) la imagen de lo que es ‘comer bien’ o ‘comer rico’ en una familia urbana se encuentra estrechamente ligado al pasado rural, en el que descansa gran parte de la identidad social de los individuos y los grupos que han vivido la acelerada transición. Esa imagen melancólica e identitaria ya no necesariamente se ajusta a las necesidades energéticas y posibilidades de asimilación de la vida urbana, más sedentaria, con altos contenidos de estrés;
e) la excesiva publicidad de los omnipresentes medios de comunicación que no ha encontrado en ningún agente social un eco suficiente para hacer un contrapeso. El gobierno, la escuela, la familia, el sector salud no han enfrentado y quizá ni percibido el alto y grave impacto de esta transición cultural, y de hacerlo, se encuentran ante una gran dificultad: ¿cómo hacerlo?

V
Por las dimensiones históricas, culturales y ambientales que se hacen presentes en la alimentación como fenómeno cotidiano y cercano a la vida de todas las personas, estamos ante una posibilidad para la educación ambiental, entre muchas otras antes trabajadas. Si lo que está en juego en la educación ambiental es la existencia de una crisis ambiental global que la educación trata de contribuir, con su práctica social a enfrentar, no puede soslayar el importante impacto que la crisis está inflingiendo a cada uno de los pueblos del planeta y que se concreta en la transformación de los hábitos alimenticios. Quizá para ello sólo existe una certeza: los hábitos están cambiado para mal. No hay quizá un modelo válido y suficiente de lo que debe ser una buena alimentación y existe también una proliferación de discursos acerca de la nutrición y la salud que se ha poblado de medicinas alternativas de muy diversa seriedad y solidez. Gran cantidad de empresas grandes y pequeñas han visualizado el tema como una posibilidad de acrecentar su mercados y beneficios económicos (desde Omnilife hasta establecimientos modestos que practican la antigua medicina china; desde la adición de vitaminas y otros nutrientes a productos para hacerlos más atractivos y en apariencia más saludables, hasta la inundación de dietas y de nuevos mitos nutricionales). Los medios de comunicación han sido -y seguirán siendo- el vehículo e instrumento legitimador de esta caótica profusión de ideas y mercancías que para la sociedad son motivo de un pendular interés e indiferencia. Lo mismo sucede con otros temas como la sexualidad, el amor, la política, la guerra, etcétera, contribuyendo a la sobrecarga de información, con su consecuente estrés y, a fin de cuentas, desinformación.
De esta forma, se hace necesaria la intervención de profesionales que actúan en espacios de interacción humana y en cuyo origen se encuentra una misión comprometida con la vida. Para la educación se trata de un área de oportunidad nada sencilla pero posible. Para la educación ambiental además de ello se trata del reto de adoptar el tema y constituirse en un espacio de diálogo, de confluencia de discursos -como es su vocación original- para propiciar una construcción teórica y conceptual dentro de los márgenes que le son propios: la crisis ambiental global, la necesidad de un mejor futuro para la humanidad y si se quiere, de un futuro sustentable social, cultural, económica y políticamente. La educación ambiental es un campo fértil para los análisis, las interconexiones y las puestas en marcha de visiones alternativas.

VI
La educación no es la panacea para la actual crisis. La alimentación no es el único tópico sobre el cual bordar y tal vez no el más importante. Sin embargo, la asunción del tema puede ser productivo para la labor educativa, es posible incluso que se haga un sondeo de los por qués de la crisis y los para qués de la vida humana. Un riesgo indudable es el fanatismo al que la educación ambiental se ha enfrentado desde su origen. Otro riesgo es que el tema de la alimentación se adopte de manera superficial -una moda- como ha sucedido con el manejo de desechos sólidos o el agua: comúnmente se toca por encima, sin ir a las raíces del problema y sin afectar el statu quo. El éxito de éste y los otros temas adoptados por la educación ambiental estriba en su vocación de pregunta y en la disposición de las personas por modificar la conducta a favor de la vida, por donde debemos iniciar los educadores ambientales.


Bibliografía

Bauer, A. (2002) Somos lo que compramos. Historia de la cultura material en América Latina. México, Taurus.
Toledo, V. (1991) “La cara oculta de la luna: la perspectiva ecológica y los problemas del tercer mundo”, en Casa del tiempo, No. 101, junio 1991, México, UAM.
Toffler, A. y H. (1994) Las guerras del futuro. España, Plaza y Janés.

La insuficiencia del simulacro. Las muertes de Jean Baudrillard

José Antonio Forzán Gómez·

“… la ciencia nunca se sacrifica, siempre ha preferido el homicidio…”
- Jean Baudrillard

Simulando el crimen

Bien podríamos “resumir” los postulados de Jean Baudrillard a través del cuento de Jorge Luis Borges Del rigor en la ciencia al que tantas menciones hace el francés y al que me permito citar a continuación:

“...En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
Suár�ez Miranda: Viajes de varones prudentes, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658.”

El artificio es inteligente: el autor que inventa a otro autor para legitimarse. El mapa que se crea y se destruye a sí mismo haciendo lejana la realidad y postulado que, a partir de ella, todo será imposible (hasta la realidad misma).
Es claro que crear una cartografía del pensamiento de Jean Baudrillard es una tarea cercana a lo imposible. Por ello, sin pretender agotar a una de las mentes más sólidas y una de las plumas más deslumbrantes del finado siglo XX, esbozo aquí una traición a su pensamiento, como explicaré más adelante.[1]
Quizás el concepto baudrillardiano más interesante (al menos para quien esto escribe) es el de simulacro. Es un término rector que no sólo habita entre las páginas de la por demás extensa obra del francés, sino que se ha colocado en la mente de propios y extraños, construyendo un diálogo entre la filosofía, la historiografía, la semiología, la sociología y demás saberes humanos.[2]
De hecho, podríamos señalar que “simulacro” es lo que Roland Barthes llamaría una “palabra moda” que se recubre de significados y significantes hasta perderse de su origen para crear uno nuevo. Es decir, el simulacro se ha transformado en un simulacro de sí mismo.
Al respecto, refiere Baudrillard que en el simulacro “Todo (…) es verdadero al mismo tiempo. Es el secreto de un discurso que ya no sólo es ambiguo, como pueden serlo los discursos políticos, sino que revela la imposibilidad de una posición determinada ante el poder y la imposibilidad de una posición determinada ante el discurso.” (Baudrillard, 1978, p. 42)
Ante el simulacro, los tiempos se confunden. Las palabras de Jean Baudrillard lo fueron definiendo desde su crítica al sistema de producción y de consumo –como un marxista en sus primeros años- hasta su más desbordada crítica a los sistemas de significación de sus últimas obras –como un posmoderno completo.
Tratar, pues, de capturar al simulacro, o mejor, de definir y delimitar sus alcances, resulta imposible por su propia conceptualización crítica. Al condenar a la sociedad occidental y su racionalidad histórica, Baudrillard condenará cualquier esfuerzo de sistematización de su pensamiento –como este artículo-. Dice el francés en El crimen perfecto:

“Nuestra cultura del sentido se hunde bajo el exceso de sentido, la cultura de la realidad se hunde bajo el exceso de realidad, la cultura de la información se hunde bajo el exceso de información.” (Baudrillard, 1995, p. 32)

En el sistema de Baudrillard, en el sentido de Baudrillard, no hay escape. Ni siquiera para su propia obra. Quizás de allí parta en buena medida su desesperanza. La significación lo recubrirá todo. En esta nueva lectura de Freud, el tabú surgirá ante la imposibilidad de definir o mostrar la cosa en sí. El signo se presenta como la sutura de la censura.

“Todo lo que se refiere al simulacro es tabú u obsceno, al igual que lo que se refiere al sexo o a la muerte. Sin embargo lo que es obsceno es más bien la realidad y la evidencia.” (Baudrillard, 1995, p. 132)[3]

Baudrillard es censurado porque destruyó cualquier instancia de legitimación científica, filosófica, religiosa, mediática, artística y cualquier otra construcción discursiva. Y en medio de esa censura, su voz se alza como parte del juego de la significación.
Incluso, podría destruir este texto académico, pues “Todo está ahí al mismo tiempo, y entonces no se puede ya ver a través.” (Baudrillard, 1994, p. 119). La voz de Baudrillard criticando al sistema que lo vio nacer y que lo consagró. Bien decía Pierre Bourdieu (1997) que todo proyecto intelectual está consagrado y legitimado por sus propios discursos. Incluyendo el simulacro, la desconstrucción y la posmodernidad.
Ante este simulacro como tabú, ante esta crítica desbordada a la significación, Baudrillard refiere a san Agustín. Ya que para el Santo de Hipona el signo es aquello que nos hace evocar en nuestro pensamiento a otra cosa distinta a lo que percibimos, para Jean Baudrillard “… la más elevada función del signo es hacer desaparecer la realidad y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición.” (Baudrillard, 1995, p. 17)
Jean Baudrillard enmascara su pensamiento, lo cubre de signos y lo desaparece. Crítico de la sociedad a manera homeopática (el mal que cura al mal), disimula su estructura y resuelve el caso en la imperfección del crimen.

Operando al simulacro

Baudrillard cuestiona a la realidad, a sus causas, a sus efectos, a la definición misma de la realidad. Sin pretender entrar en amplias discusiones filosóficas, que irían desde los griegos hasta al propio Baudrillard, se requiere, para este simulacro, sustentar, simplistamente, a la realidad como lo expresado en un tiempo y en un espacio irrecuperable.
La supuesta recuperación de la realidad sólo se puede llevar a cabo por un efecto simbólico, es decir, en otro tiempo y en otro espacio. Por esa inaprensible realidad, por esa construcción simbólica del mundo, el simulacro se sustenta en la falta lacaniana del signo, en la carencia de su construcción perfecta, en el llamado a la interpretación y a la semiosis ilimitada.
La recuperación de la realidad, a través de la mediación simbólica, se lleva a cabo ya sea en la palabra oral, en la escritura, en la iconicidad y/o en la electrónica. Cada una de estas mediaciones diferirá en cuanto a su fijación, difusión y trascendencia, pero eso será motivo de otro debate. Baste decir que es en la mediación electrónica donde el simulacro se desborda.
Quedémonos, por economía, con estas nociones y adentrémonos en la construcción del simulacro según Jean Baudrillard que de manera extrañamente esquemática nos la presenta en su Cultura y simulacro:

“Las fases sucesivas de la imagen serían estas:
- es el reflejo de una realidad profunda
- enmascara y desnaturaliza una realidad profunda
- enmascara la ausencia de realidad profunda
- no tiene nada que ver con ningún tipo de realidad, es ya su propio y puro simulacro.
“En el primer caso, la imagen es una buena apariencia y la representación pertenece al orden del sacramento. En el segundo, es una mala apariencia y es del orden de lo maléfico. En el tercero, juega a ser una apariencia y pertenece al orden del sortilegio. En el cuarto, ya no corresponde al orden de la apariencia, sino al de la simulación.” (Baudrillard, 1978, p. 18)

Por ello, la realidad es irrecuperable, es tabú y apela a la censura ontológica de su gestación. Cuando Baudrillard hace una reflexión sobre la enfermedad, la idea se aclara:

“Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia.” (Baudrillard, 1978 p. 12)

El trabajo en tiempos del simulacro se aparta de la transformación de la realidad de los inicios del desarrollo occidental hasta consolidarse en una parte más del andamiaje de los simulacros. El mono se transformó en hombre por el trabajo; y el hombre se transformó en indicador de competitividad en tiempos de la globalización.[4]
Todo es simulado para Baudrillard: la guerra del Golfo y la caída de las Torres Gemelas, la escenificación de las grutas de Lascaux para que no se maltrate el original, la virulencia –que no violencia- de los medios de comunicación, los bombazos como escenografía durante la guerra de Vietnam, IBM como reconstructora de la historia, el SIDA como anuncio preescrito de nuestra muerte, la técnica eléctrica que amenaza con la destrucción de la humanidad porque ha desaparecido la noche –y con ella los ciclos naturales-, la mujer-objeto como lo más femenino de lo femenino encarnada en la paradigmática Madonna
El mundo de hoy es como Disneylandia para Baudrillard: la asepsia de la construcción de mundos simulados que pueden ser abandonados al salir sin ningún problema, que sólo provocarán en el visitante un gozo medido, controlado, que no reconstruirán su yo interno ni cambiará su historia.
O peor aún: la escenificación mediática que apuesta más por la alta definición tecnológica que conlleva la baja definición del mensaje. [5]

El cadáver exquisito

“Paradoja: todas las bombas son limpísimas: su única polución es la energía de control y de seguridad que irradian al no llegar a estallar.” – Jean Baudrillard

Jean Baudrillard pertenece a ese particular momento del pensamiento francés en que se dieron cita una camada de intelectuales críticos del existencialismo de Jean Paul Sartre y de la fenomonología de Merleau-Ponty. Cada uno desde su trinchera, desde su ámbito, podemos citar a Claude Levy-Strauss, A.J. Greimas, Michel Foucault, Jacques Lacan, Roland Barthes, Jacques Derrida, Jean Francois Lyotard, Gilles Lipovetsky, Philippe Sollers, Julia Kristeva y Gilles Deleuze, por mencionar algunos.
Si bien han sido encasillados en términos como estructuralistas, posestructuralista y/o posmodernos, su temática y preocupaciones son tan diversas que es difícil ubicarlos en una misma línea.
Los tiempos los hacen copartícipes –algunos más que a otros- del auge de las guerras mundiales y su consecuente invasión y liberación parisiense, del surrealismo y las vanguardias, de la batalla en Argelia, del 68 francés, del triunfo del socialismo exquisito y la consecuente caída del Muro de Berlín. Baudrillard, de hecho, hará una curiosa numeraria al respecto, que sólo contribuye a su propia reflexión, y que rompe con una tradición de pensamiento hegeliano que difunde Kojeve en su seminario sobre La dialéctica del amo y el esclavo al que buena parte de los pensadores franceses asisten.
Nacido en 1929 y muerto en el 2007, Jean Baudrillard es hijo de padres campesinos. Dirá que por ello desarrolla una prevención bárbara con respecto a la cultura. En los años 60, era un profesor de sociología anónimo; para los 90, se transformará en una estrella de los periódicos y los medios con sus opiniones “virales y metalépticas” (cfr. Boncenne, 2007).
El estilo de Baudrillard, aquello que lo define y lo proyecta, no se alejará de sus contemporáneos. Ensayista deslumbrante, una verdadera “máquina para pensar” –en el sentido de Borges-, sus textos devenían entre lo popular y lo clásico, con notables influencias del marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo.
Su idea del radicalismo en su escritura, que enfrenta barthesianamente al fragmento ante la totalidad, lo ha llevado a colocarse en lo que muchos intelectuales llamarían “Teoría de la conjura” (o del Complot, en términos más locales). Ante los medios, se moverá hacia un determinismo mediático, llegando a afirmaciones como:

“MacLuhan veía en las tecnologías modernas ‘extensiones del hombre’, convendría verlas más bien como ‘expulsiones del hombre’.” (Baudrillard, 1995, p. 55)

Y habría que tomar sus frases como verdaderas metáforas, analogías y/o paradojas. Su estilo es desconcertante, sirviendo de contraparte al positivisimo y pragmatismo de los estudios anglosajones.
Por ello, y por otras cosas más, sus críticos serán ambiguos. Ante la inteligencia baudrillardiana, ante su prosa trepidante, se desprenderá una crítica parcial.
Sólo como ejemplo, Sokal y Bricmont, famosos por su juego retórico que se burló de los arbitrajes científicos de sus contemporáneos, señalarán:

“… en los trabajos de Baudrillard se encuentra una profusión de términos científicos empleados sin ningún miramiento por su significado y, sobre todo, situados en un contexto en el que son totalmente irrelevantes. Tanto si se interpretan como metáforas como si no, resulta difícil ver qué función desempeñan, salvo la de dar una apariencia de profundidad a observaciones banales sobre sociología o historia. Más aún, la terminología científica está mezclada con una terminología acientífica utilizada con la misma ligereza. Cabría preguntarse, a fin de cuentas, que quedaría del pensamiento de Baudrillard si quitáramos todo el barniz verbal que lo recubre.” (Sokal y Bricmont, 1998, p. 156)

Particularmente, Sokal y Bricmont criticarán, sin la fuerza de los ataques que dirigen a Lacan, algunos de los siguientes términos, que a muchos lectores han llegado gracias a Baudrillard más que a la literatura científica especializada:

- Espacio no euclidiano
- Retroversión
- Reversibilidad del orden causal
- Lineal
- Invariencia respecto a la inversión del tiempo
- Interacciones débiles
- Autonomía de los efectos
- La memoria del agua
- Teoría del caos
- Inestabilidad exponencial / Estabilidad exponencial
- Transfinito, transfinalidad
- Escisiparidad fractal indefinida
- Topología de Moebius

De tal suerte que el efecto de leer los textos de Baudrillard puede ser el quedarse atrapado entre la idea de esta terminología como metafórica o como algo “tan pomposo como carente de sentido.” (Gross y Levitt, en Sokal y Bricmont, 1998, p. 156).[6]

La solicitud del mito

Se ha señalado que no se pretende agotar el pensamiento de Baudrillard. De hecho, cada uno de sus múltiples ensayos, de su extensa gama de títulos, podría dar para extensas reflexiones y contribuir a lo que él mismo denominaba “el grado Xerox de la cultura.” (Baudrillard, 1994, p. 11) [7]
Si hablamos hoy de Jean Baudrillard y de la figura que se esconde entre los medios de comunicación, se debe a que es parte de una mitología contemporánea.
Ante el significado que fue la persona misma de Jean Baudrillard, los significantes se establecerán en una cadena, quizás, interminable, que sustraerán al pensador para colocarlo en otros discursos. Efecto de espejos que propicia el mismo autor.
Roland Barthes ya advertía en su Mitologías (1957) sobre esta nueva clase de fenómenos. El mito de hoy se extiende y se comprime gracias a la industria mediática. Al igual que Andy Warhol, el mito de nuestros días subsiste gracias a la repetición. Por ello, Baudrillard afirmará que “Warhol es un mutante.” (Baudrillard, 1995, p. 112) y que “Warhol es la máquina.” (Baudrillard, 1994, p. 26)
Amparados en este escenario, Jean Baudrillard será también un mutante que se regenera a sí mismo y se produce como pieza de una gran línea de ensamblaje. Su corpus, sus objetos de estudio, constituirán la mejor referencia para esta efervescencia mitológica.
Si bien ha tomado conceptos del arte (como hiperrealidad[8]) para acercarlos a fenómenos sociales simplificados por los medios de comunicación (como los secuestros de aviones)[9], podríamos, en este ardid y juego, aplicárselos a él mismo.
Baudrillard recrea una construcción discursiva, empleando su terminología a diestra y siniestra, creando su sentido en medio de estos tiempos carentes de sentido. El retorno a los orígenes, incluso, está velado en su obra:

“Cuando lo real ya no es lo que era, la nostalgia cobra todo su sentido.” (Baudrillard, 1978, p. 19)

Un moralista, al fin de cuentas, Baudrillard, lamenta el paso del hombre contemporáneo por el mundo:

“Todas las demás culturas han dejado huellas. Nuestro propio crimen sería perfecto, ya que no dejaría huellas y sería irreversible.” (Baudrillard, 1995, p. 58)

No por nada, desde sus primeros textos, no sólo atenderá a la figuras mediáticas (como Lady Di), sino también a los grandes hitos de la historia del arte:

“… los iconoclastas, a los que se ha acusado de despreciar y de negar las imágenes, eran quienes les atribuían su valor exacto, al contrario de los iconólatras que, no percibiendo más que sus reflejos, se contentaban con venerar un Dios esculpido. (…) (Pues) Tras el barroco de las imágenes se oculta la eminencia gris de la política.” (Baudrillard, 1978, p. 16)

Jean Baudrillard es un profeta, que nos advierte sobre los peligros de la sociedad occidental y su olvido de lo sagrado:

“Nosotros sólo sabemos poner nuestra ciencia al servicio de la restauración de la momia, es decir, sólo sabemos restaurar un orden visible, mientras el embalsamamiento (de la momia) suponía un trabajo mítico orientado a inmortalizar una dimensión oculta.
“Precisamos un pasado visible, un continuum visible, un mito visible de los orígenes que nos tranquilice acerca de nuestros fines, pues en el fondo nunca hemos creído en ellos.” (Baudrillard, 1978, p. 25)

Su ordenamiento teórico, si bien irreconciliable –o casi- con la lógica y la estructura académica positivista, nos reconstituye en nuestro diálogo con el mundo. Un diálogo cada vez más carente no sólo de contenido, sino también de forma.
La comunicación ha dejado de ser un trabajo de reyes para quedar a manos de los mensajeros (parafraseando a Franz Kafka). En ese lamento, el simulacro se vuelve insuficiente. Nos falta algo que ciertos individuos han encontrado en la ciencia, otros en la filosofía y algunos más en la literatura. Pero algunos más han decidido perecer en medio del bosque de los simulacros destruyendo su propia historia y borrando sus vestigios. Ante ello, Jean Baudrillard no puede más que lamentarse y fundar, en breves palabras, el hermoso y trágico mito del crimen perfecto, en el que la maldad y la bondad se atrofian sobreponiéndose, generando batallas sin espacios ni rostros sin humanos. Narración, al final de cuentas, que en prosa descarnada, nos remite a ese humano perdido en la zozobra de los tiempos:

“Se acabó el otro: la comunicación.
Se acabó el enemigo: la negociación.
Se acabó el predador: la buena convivencia.
Se acabó la negatividad: la positividad absoluta.
Se acabó la muerte: la inmortalidad del clon.
Se acabó la alteridad: identidad y diferencia.
Se acabó la seducción: la indiferencia sexual.
Se acabó la ilusión: la hiperrealidad, la Virtual Reality.
Se acabó el secreto: la transparencia.
Se acabó el destino.”
(1995, p. 150)

VESTIDOS

“A menudo, contemplando esos vestidos con mil frunces y adornos que se ajustan precisamente sobre los cuerpos de hermosas muchachas, se me ocurre que no durarán mucho tiempo, que pronto exhibirán arrugas imposibles de planchar, que se les adherirá polvo y suciedad imposibles de quitar, y que nadie aceptará hacer el ridículo de ponérselos.
“No obstante, veo a jóvenes muy hermosas, de las más diversas contexturas, con piel suave y atractivas cabelleras, que se muestran en este inocente artificio, apoyan la cara soñadora en las palmas de las manos y permiten a su rostro reflejarse en un espejo. Pero a veces, de noche, cuando vuelven de una fiesta, ese mismo espejo les muestra un vestido estropeado, informe, polvoriento, gastado por las miradas de todos y prácticamente imposible de usar.”
- Franz Kafka

REFERENCIAS[10]

- BARTHES R.(1957). Mitologías. México: Siglo XXI. 1991.
- BAUDRILLARD J. (2005). El complot del arte. Buenos Aires: Amorrortu. 2006.
- (2003). Power inferno. Madrid: Arena Libros. 2003.
- (2002). Contraseñas. Barcelona: Anagrama. 2003.
- (2002). La ilusión vital. Madrid: Siglo XXI. 2002.
- (2000). Pantalla total. Barcelona: Anagrama. 2000.
- (1998). El paroxista indiferente. Barcelona: Anagrama. 1998.
- (1996). El otro por sí mismo. Barcelona: Anagrama. 2001.
- (1996). El espejo de la producción. Barcelona: Gedisa. 1980.
- (1995). El crimen perfecto. Barcelona: Anagrama. 1996.
- (1995). Cool memories. Barcelona: Anagrama. 1997.
- (1994). La ilusión y la desilusión estéticas. Caracas: Monte Ávila. 1998.
- (1994). La ilusión del fin. Barcelona: Anagrama. 1997.
- (1991). La guerra del golfo no ha tenido lugar. Barcelona: Anagrama. 1991.
- (1990). La transparencia del mal. Barcelona: Anagrama. 1997.
- (1990). De la seducción. Barcelona: Anagrama. 2001
- (1987). América. Barcelona: Anagrama. 1987.
- (1985). La izquierda divina. Barcelona: Anagrama. 1985.
- (1983). Las estrategias fatales. Barcelona: Anagrama. 1997.
- (1978). Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós. 2005.
- (1977). Olvidar a Foucault. Valencia: Pre-Textos. 1986.
- (1976). El intercambio simbólico y la muerte. Caracas: Monte Ávila. 1993.
- (1974). Crítica a la economía política del signo. México: Siglo XXI. 1974.
- (1970). La societe de consommation. París: Gallimard. 1996.
- (1969). El sistema de los objetos. México: Siglo XXI. 2003.
- BOCENNE P. “Un pensador viral y metaléptico. Entrevista con Baudrillard”. En Confabulario, Año 3, No. 151. pp.: 5-7. 10 de marzo de 2007. (Originalmente en Le Monde de l’éducation, octubre de 1999.)
- BOURDIEU P. (1997). Los usos sociales de la ciencia. Buenos Aires: Nueva Visión. 2003.
- GONZÁLEZ TORRES A. (2007). “Jean Baudrillard: la teoría como ficción”. En Confabulario, Año 3, No. 151. pp.: 4-5. 10 de marzo de 2007.
- SOKAL A., BRICMONT J. (1998). Imposturas intelectuales. Barcelona: Paidós. 2002.


· Coordinador de Ciencias del Lenguaje, Universidad Anáhuac México Norte. Investigador Adscrito al Centro de Investigación en Comunicación Aplicada. Miembro de la Red de Investigadores de la UNAM-FES Acatlán. Vicepresidente de la Asociación Mexicana de Estudios de Semiótica Visual y del Espacio. Contacto: jforzan@anahuac.mx
[1] El presente artículo utiliza, de la extensa bibliografía de Jean Baudrillard, las citas directas a tres de sus textos: Cultura y simulacro, La ilusión y desilusión estética y El crimen perfecto, ello con el fin de contrastar sus elementos definitorios y sus variantes temporales. Si bien el propio estilo del francés invitaría a retomar buena parte de sus ideas como aforismos, por razones de “economía académica” se usan sólo algunos y se invita a revisar su bibliografía in extenso.
[2] Incluso, en la obra de los hermanos Wachowsky Matrix, las referencias intertextuales son notables, tanto en lo conceptual como en las citas veladas al propio Baudrillard.
[3] En este tenor, se puede justificar el cartel que se observaba en las paredes de la UNAM FES Acatlán, en donde se haría un homenaje al pensador francés que recibió los menos créditos de una buena parte de los medios de comunicación y de una buena dosis de instituciones educativas (instancias que lo consagraron y lo difundieron, paradójicamente). El anuncio subrayaba la carencia de las loas y señalaba como “estupidez” el no llevarlas a efecto.
[4] O para cuestiones más cercanas a lo cotidiano, podemos remitirnos a la extraordinaria tira cómica Dilbert del norteamericano Scott Adams, para quien cubrir el escritorio de papeles podría engañar al jefe como si se tuviera una cantidad impresionante de trabajo. Siguiendo a Baudrillard, se glosaría así:
- Dilbert trabaja en una oficina.
- Los papeles de su escritorio enmascaran su oficina.
- Los papeles contienen impresiones que nada tienen que ver con el trabajo.
- El trabajo no es productivo, sino un simple y mero performance. O en palabras de Baudrillard: “… el escenario del trabajo se monta para ocultar que lo real del trabajo, de la producción, ha desaparecido.” (Baudrillard, 1978, p. 56)

[5] En el caso nacional, resulta atroz –y este calificativo es eufemístico- pensar que los niños mexicanos ven, en televisiones de plasma o por señales de satélite, La fea más bella o Mujer casos de la vida real seguida por El Barrendero de Cantinflas. O algo aún más patético: en la misma barra noticiosa, las imágenes de Stephen Hawking (la mente más brillante del planeta, según la mitología contemporánea) apartado de su silla de ruedas dando vueltas en el espacio y Galilea Montijo negando su aparición en un video pornográfico afirmando su decencia enfundada en escotes que mal cubren sus prótesis espaciales.
[6] El problema de los imitadores de Baudrillard que gustan de los neologismos o que los copian de los posmodernos, es que no tienen su contundencia metafórica ni sus riesgos académicos, pues se inscriben cómodamente en lo que la controversia ya resolvió.
[7] Para el psicólogo mexicano Armando Meixueiro, la problemática de Baudrillard radica en su producción incesante. Para otros más, la producción de sus últimos tiempos será fruto de una especie de locura tardía o de una realidad sobresaturada.
[8] Las pinturas de Magritte y de algunos representantes del realismo mágico pictórico europeo son “hiperreales”.
[9] “… todos los hold-up, secuestros de aviones, etc., son de algún modo hold-up simulados, en el sentido en que están todos sometidos a priori al desciframiento y a la orquestación ritual de los mass-media que se anticipan a su escenificación y a sus posibles consecuencias. (…) Pero guardémonos de tomarlos como irreales o como inofensivos. Al contrario, es en tanto que sucesos hiperreales, no teniendo ni contenido ni fines propios, pero refractados los unos por los otros (…), es en tanto que tales llegan a ser incontrolables para un orden que sólo puede ejercerse sobre lo real y sobre lo racional, sobre causas y fines.” (Baudrillard, 1978, p. 50)

[10] Para consolidar el carácter didáctico y cronológico de la bibliografía, se conserva el año de publicación primaria del texto entre paréntesis. Al final, se hace referencia al año de la edición de consulta.

El moderador y el relator como agentes dinamizadores de la comunicación deliberativa

*
Psic. Anselmo Hernández Quiroz[1]
Dr. Fernando García Córdoba[2]
Mtra. Alma B. León Mejía[3]


Resumen.

La actividad Científica y Académica que se está llevando a cabo en el mundo, día con día genera una gran cantidad de información. Es por eso que investigadores, académicos y personas interesadas en estos ámbitos, están buscando continuamente interactuar dentro de sus propias comunidades a nivel nacional o internacional. En estos encuentros el tipo de comunicación que consideramos como prioritaria es la deliberativa, aquella precisamente en la que se discuten, debaten, analizan y sintetizan las diversas tesis, propuestas y enfoques. Las reuniones sostenidas para tal efecto, a menudo presentan la forma de trabajo grupal, y es precisamente aquí donde se hace patente la importancia de la participación del moderador y del relator como veremos en este artículo. El primero de ellos es fundamental para guiar de manera ordenada y provechosa una mesa de trabajo en cualquier formato que adopte, además de estimular la participación de los oyentes; en cuanto al segundo de ellos, es crucial para sintetizar los contenidos de cualquier reunión en donde se delibere.

En este artículo precisaremos el concepto y el alcance de la comunicación deliberativa, para después hacer una breve revisión de los espacios en donde se puede llevar a cabo. Destacaremos además las características esenciales del moderador y del relator como participantes clave en este tipo de encuentros. Asimismo, recomendamos algunas técnicas de comunicación que les permitirán desempeñarse de manera eficaz. Por último, presentaremos dos guiones: uno para el moderador, y otro para el relator, respectivamente, que podrán ser utilizados en cualquier tipo de reunión deliberativa.

La Comunicación Deliberativa.

El propósito principal de la comunicación deliberativa es la discusión, el tratamiento, el estudio, el examen, la decisión y la resolución de un tema o problema previamente definido[3]. Además, podemos reunir lo anterior bajo el doble propósito de exhortar o disuadir[4], según lo que convenga dadas las circunstancias de la propia deliberación. El carácter de este tipo de reuniones puede ser científico, académico, social, político, etc. Estas reuniones pueden asumir la forma de: mesa redonda, simposium, congreso, jornadas y conferencia, entre otras.

Para los fines del presente trabajo, la comunicación deliberativa es definida como: el acto de examinar y discutir propuestas académicas o de investigación realizadas por un grupo de personas bajo una forma específica de trabajo, y con el objetivo de sintetizar ideas.

La anterior definición nos lleva a considerar cuatro factores intrínsecos al acto de la comunicación deliberativa:

a) La reunión de personas: La comunicación deliberativa en ámbitos científicos y académicos necesariamente agrupa a un mínimo de participantes dependiendo de la magnitud del evento.

La reunión de los distintos personajes del mundo académico y científico ha de ser considerada como un trabajo en equipo, cuyo propósito es el de ampliar los límites de los alcances de los resultados obtenidos de manera individual. En la amplia gama de participantes en las reuniones deliberativas, encontramos tipos definidos como el Presentador, el Orador, los Organizadores, los Coordinadores, los Asistentes, así como el Moderador y el Relator.

b) Una forma específica de trabajo: Esta forma de colaboración debe permitir sistematizar, ordenar y dirigir las actividades de un conglomerado de personas. Hay que considerar que los grupos se integran con el afán de alcanzar algún objetivo o meta predeterminada[5].

Las formas de trabajo de tipo académico o científico en grupo pueden ser clasificadas de distintas formas. Por ejemplo, Joas Gómez (1998) identifica dos modalidades: los grupos orientados hacia la realización de trabajos de investigación y de apoyo a la formación intelectual, y los que se dedican principalmente a acopiar o difundir información[6]. Para nuestros fines consideraremos solamente las modalidades donde la función del Moderador y del Relator se hace patente.

c) Técnicas de comunicación: Son recursos operativos que posibilitan la realización exitosa de la transmisión de información. Cuando una persona pone en práctica la posibilidad de comunicación satisface su necesidad o deseo de relacionarse con otras personas, con el propósito de lograr un verdadero intercambio de ideas.

La forma clásica que ha sido privilegiada por los comunicadores es la oratoria. No obstante la importancia indiscutible de la comunicación oral, el enfoque de este trabajo también pone énfasis en mejorar la capacidad de expresión escrita, así como la no verbal. como aspectos importantes del desarrollo profesional[7], y no sólo de la capacidad comunicativa.

d) La infraestructura apropiada: Los diversos factores físicos y ambientales también deben ser considerados como relevantes para una óptima comunicación deliberativa.

Las características del lugar han de ser apropiadas para el aforo y el confort de los participantes. Es preciso tomar en cuenta el equipo tecnológico necesario para las presentaciones, y por último, pero no por eso menos importante, una logística apropiada para que el moderador y el relator desempeñen expeditamente sus actividades.

En seguida, hablaremos con más detalle de las formas específicas de trabajo que promueven la comunicación deliberativa, donde la participación de los moderadores y relatores es de vital importancia. Esto es, primero abordaremos los diferentes ámbitos de trabajo, para después delinear las características y funciones del moderador y el relator por separado.

Los formatos de la Comunicación Deliberativa

Como ya hemos comentado las formas de trabajo de la comunicación deliberativa pueden asumir diversas modalidades. Para los fines de nuestro análisis consideraremos los formatos donde la participación, tanto del moderador, como del relator, es imprescindible. Posteriormente señalaremos aquellos formatos donde se puede prescindir del relator o del moderador, apuntando, además, en cuáles es opcional su participación. En cuanto a la Conferencia, por motivos especiales, la ubicamos como una categoría distinta a las anteriores como se verá más adelante. En seguida describiremos brevemente cada una de ellas tomando como punto de partida los formatos más básicos, para finalizar con las más acabados:

Tabla que muestra los formatos de trabajo donde participan el moderador y el relator.
Formatos donde son imprescindibles el moderador y el relator:

Ø Mesa Redonda
Ø Mesa de Análisis
Ø Debate
Ø Coloquio
Ø Foro
Ø Congreso


Mesa Redonda: es una reunión entre iguales. Los participantes abordan una problemática, la cual intentan resolver, lo que permite la discusión amplia y que el acuerdo pueda ser llevado al cabo por el interés que, con su presencia, demuestran los asistentes. En este caso, como en el de cualquier tipo de mesas de trabajo, el moderador y el relator son indispensables para la conducción y síntesis. El interés principal de una mesa redonda es lograr un acuerdo entre los ponentes.

Mesa de Análisis: es una reunión entre académicos que tiene como objetivo intercambiar opiniones razonadas sobre un tema de coyuntura, considerando la participación de especialistas, bajo un programa que cubra todos los aspectos del tema y esté sujeto al rigor de la investigación científica. Lo dicho arriba sobre el moderador y el relator en la mesa redonda es válido aquí. El resultado de este tipo de mesa es la puesta en claro de perspectivas múltiples que pueden ser exploradas como una base para tomar decisiones que impacten en el rumbo de una determinada situación actual.

Debate: es un intercambio de puntos de vista relativos a un tema de controversia por un grupo de expertos. Cada participante defiende con argumentos sólidos las tesis que sustenta. El moderador o instructor guía por completo la dinámica, y el relator presenta con objetividad e imparcialidad la síntesis del encuentro. El debate es utilizado para confrontar a aquellos interesados en proponer diversas soluciones para un fin común.

Coloquio: es una reunión de personajes de distintos niveles que se da en el ámbito de la actividad científica y disciplinaria con un carácter primordialmente informativo. Constituye una herramienta poderosa en las instituciones de educación superior para lograr que investigadores de cierto prestigio difundan los avances de sus investigaciones en un lugar donde reine un ambiente intelectual y se logre captar la atención de los grupos que se inicien en el tema o que se encuentren realizando trabajos afines. La función del moderador y el relator es clave para que se pase de la exposición a la deliberación. El coloquio nos presenta una visión general de los avances o resultados no concluyentes que nos permitirán elegir líneas de investigación o derroteros académicos.

Foro: es un valioso instrumento para que una institución obtenga información general sobre un tema en particular, a partir de las opiniones y comentarios, especializados o no, de un grupo de personas interesadas, pero preferentemente relacionadas con ese tema específico. El moderador y el relator son parte central de este tipo de encuentro. En el foro se busca que participen las personas directamente interesadas en un tema específico o aquellos involucrados en una problemática actual.

Congreso: es la participación de representantes de diversas las corrientes de un asunto de interés común, que analizan las diferentes posiciones y emiten resoluciones que deben ser adoptadas por los asociados. El congreso permite llevar en forma paralela reuniones de trabajo como coloquios, mesas de análisis, paneles, conferencias, etcétera El moderador y el relator encuentran aquí su principal aportación a la comunicación deliberativa. El congreso es la forma de trabajo en grupo más acabada e importante, lo cual está dado por su magnitud y acopio de talentos. Puede tener una cobertura nacional o internacional.

Ahora describiremos los formatos donde se puede prescindir del moderador o el relator señalando además en cuáles es opcional su presencia:

Ø Simposio
Ø Panel
Ø Entrevista
Ø Cátedra
Ø Seminario


Simposio: es la reunión de destacados expertos que exponen sobre un mismo tema dividido en subtemas, siguiendo un orden secuencial. Es una forma de trabajo académica, prioritariamente de carácter informativo, en donde el moderador dirige la participación de los ponentes. En este caso la función del relator no se hace presente ya que el simposio no tiene un carácter deliberativo ni presenta conclusiones. La característica esencial aquí es el trato sistemático y secuencial de una misma temática por especialistas.

Panel: es una reunión donde una serie de invitados pueden con comodidad, expresar sus puntos de vista, bajo la coordinación de un moderador. Es un excelente medio para conocer la situación en la que se encuentra en determinado momento una parte de la ciencia o una disciplina, así como asuntos políticos, sociales o cotidianos, con respecto a un tema específico. El contenido de las opiniones es considerado como personal y no se pretende llegar a un acuerdo, sino simplemente expresar distintas perspectivas. Por lo tanto, la presencia del relator es opcional, pues puede que no se requiera de ninguna síntesis. En el panel se abordan temas que no requieren del rigor investigativo o académico.

Entrevista: es una conversación profesional conducida por el entrevistador para acceder y recoger información verbal directamente de quien la genera o la posee[8]. En este caso el entrevistador puede fungir también como moderador en la situación de que se abra un diálogo con el aforo. Se requiere de que el entrevistador posea un guión previo de preguntas y que sepa conducir las respuestas del entrevistado hacia los puntos esenciales de la temática. De acuerdo con los fines de la entrevista se puede o no necesitar de una relatoria. La entrevista es un recurso para lograr un conocimiento exhaustivo sobre la opinión de un personaje destacado.

Cátedra: es la exposición magistral que por su excelencia no acepta cuestionamientos. Hoy en día suele utilizarse en su acepción de conferencia magistral, de carácter oratorio e informativo. Se puede prescindir de la presencia de un moderador, en cambio el trabajo del relator es opcional de acuerdo con los fines de quienes convoquen al eminente experto. La cátedra es utilizada en universidades e instituciones académicas para distinguir y optimizar la labor de sus profesores eméritos.

Seminario: un reducido grupo de personas dirigen su esfuerzo hacia la tarea de investigar y estudiar intensamente un tema determinado, recurriendo a fuentes de información originales y diversas. Ellos se reúnen en sesiones de trabajo correctamente planeadas. En este caso el coordinador del seminario conduce las sesiones, por lo que es opcional la presencia de un moderador, además de requerir un secretario o relator que deje constancia de las sesiones y acuerdos a que se llegan en ellas. El seminario es clave para la formación intelectual especializada.

En cuanto a la conferencia, como ya dijimos, por motivos especiales la describiremos separada de las otras formas. La razón estriba en que es multifuncional puesto que la podemos utilizar en cualquier espacio y para los diversos fines que convengan a los interesados en convocarla:

Conferencia

La conferencia: existen dos tipos de encuentros llamados así:

a) La exposición de un tema por un experto o autoridad, con un carácter eminentemente informativo.
b) Una reunión deliberativa para obtener un análisis o discusión de un tema general expuesto por un experto o autoridad.

La presencia del moderador y el relator son opcionales en el segundo tipo descrito arriba, ya su participación nos permite abrir un diálogo con el ponente. La conferencia es dictada por un personaje distinguido por su relevante trayectoria.

Habiendo señalado las características principales de los formatos de la comunicación deliberativa, describiremos ahora, de manera general, las funciones que en este tipo de reuniones cumplen el moderador y el relator.

Las funciones del moderador y el relator.

Después de haber hablado de las diversas formas de trabajo en grupo dentro de la comunicación deliberativa, debemos dejar en claro las características del moderador y el relator, pues damos por supuesto que de este modo, el lector será capaz en lo sucesivo de decidir cuál forma de trabajo es conveniente para dar cabida a estos dos participantes dinamizadores en la deliberación de temas de interés común.

El moderador es un especialista en la materia motivo de la reunión, que tiene como función establecer un clima cordial y de trabajo ordenado en el evento que modera[9]. El moderador no necesariamente debe participar exponiendo sus propias ideas o trabajos, mientras se ciña al papel de introductor de las personas no hay mayor problema en su intervención[10], pero sí es importante que sea considerado como una autoridad en el tema a tratar, o por lo menos estar al mismo nivel de los participantes. Entre sus funciones destacan las siguientes:

Ø Efectúa una presentación: En este rubro el moderador suele comenzar agradeciendo la invitación a los organizadores y a la institución o instituciones que han convocado el encuentro. Después se encarga de presentar a los ponentes, destacando lo más relevante de su trayectoria y la importancia que tiene para el evento su asistencia y colaboración.

Ø Explica la mecánica de trabajo: el moderador debe conocer con antelación la mecánica que los organizadores hayan dispuesto para cada encuentro en particular, y darla a conocer de manera breve a los participantes. Los factores principales son:

a) El tiempo: La duración total del encuentro, el lapso disponible para cada presentación individual, el tiempo para preguntas y respuestas.
b) El orden: En el caso de lecturas de ponencias, cada participante contará con un turno, y en el caso de una mesa, debate o panel, puede comenzar con la opinión de cada participante y después seguir el orden natural de los diálogos.

Ø Cede la palabra: el moderador cede, de manera ordenada, la palabra a cada uno de quienes expresarán sus puntos de vista, buscando que las intervenciones se logren en un clima de participación, evitando discusiones o comentarios que puedan desviar el objetivo del evento hacia situaciones ajenas o no deseadas.

Ø Estimula la participación: el moderador crea un clima de confianza para que el público haga sus comentarios y formule sus preguntas. En este aspecto la actitud del moderador es importante para no inhibir la participación del público.

Ø Finaliza la sesión: hace un resumen de las opiniones más interesantes y expone las conclusiones a las que se llegó.

En cuanto al relator, al igual que el moderador, debe ser un experto en la materia ya que tiene la responsabilidad de formular una síntesis de las participaciones, de tal manera que se logre un equilibrio sobre los resultados y las ideas vertidas en el evento, las cuales podrán así publicarse con el mayor éxito posible[11].

La función principal del relator es la de escribir un documento llamado relatoria, donde se hace una síntesis de las ponencias o aportaciones presentadas por los participantes. Cabe destacar que este tipo de documento difiere de los llamados resúmenes de las ponencias o de las memorias de algún evento, como por ejemplo un congreso. La diferencia principal estriba en que la relatoria es la obra personal de un investigador pertinente, encargado de sintetizar las participaciones en conjunto, y no por separado los siguientes puntos:

1.- Las ideas principales aportadas por los participantes durante el evento, ideas que pueden haberse presentado como tesis, hipótesis, informe previo, resultados, conclusiones, o como algún otro dato relevante. Esto deberá de ser formulado en un enunciado explícito.

2.- Las propuestas de trabajo, investigación o resolución, aportadas como resultado del análisis, el debate, la discusión o cualquier otro tipo de intercambio suscitado en los diversos espacios de trabajo.

3.- Las inquietudes, los cuestionamientos y las aportaciones de los oyentes.

4.- La revisión del cumplimiento de los objetivos previos del encuentro, verificando el grado en que los mismos llegaron a su consecución final.

Lo deseable es que el trabajo del relator se plasme en un escrito final, imparcial y objetivo. Los comentarios personales del relator deberán ser anotados a modo de anexo, en donde podrá describir sus opiniones personales y sugerencias para próximos eventos.

De lo anterior se desprende que las funciones del moderador y el relator en conjunto son esenciales para llevar a cabo la comunicación deliberativa, puesto que si solamente se contara con los organizadores, los oradores y el público asistente, habría sin duda comunicación, pero no de una forma en que se alentara en lo posible a los participantes para examinar y discutir detenidamente las propuestas vertidas por los exponentes y el auditorio.

El moderador y el relator se convierten así en el eje comunicativo de un encuentro planeado con fines investigativos o académicos. En este sentido, poseer técnicas de comunicación eficaz se vuelve relevante para ambos personajes, por lo que daremos a continuación una muestra de sencillas técnicas que pueden usarse para mejorar la dinamización de la comunicación deliberativa.

Técnicas de Comunicación
Somos primordialmente seres sociales puesto que pasamos la mayor parte de nuestras vidas interactuando con otras personas, por consiguiente, es importante aprender a entenderse con los otros y a funcionar adecuadamente en situaciones sociales. Ciertas habilidades de comunicación nos ayudan no sólo a expresarnos adecuadamente, sino también a mejorar nuestras relaciones interpersonales[12].
La comunicación es el acto por el cual un individuo establece con otro un contacto que le permite transmitir una información. En la comunicación intervienen diversos elementos los cuales pueden facilitar o dificultar el proceso. Estos son:
• Emisor: La persona (o personas) que emite un mensaje.• Receptor: La persona (o personas) que recibe el mensaje.• Mensaje: Contenido de la información que se envía.• Canal: Medio por el que se envía el mensaje.• Código: Signos y reglas empleadas para enviar el mensaje.• Contexto: Situación en la que se produce la comunicación.
En seguida se muestra un diagrama en el que se integran los mismos:
Diagrama de los elementos que intervienen en un proceso de comunicación.

Los elementos que manejaremos aquí sobre las técnicas de comunicación para el moderador y el relator, se basan en la hipótesis de que, mejorar la capacidad de expresión verbal, no verbal y escrita, contribuye a lograr una comunicación eficaz. Partimos de que la gente sabe “qué decir”, pero el problema es “cómo organizar las ideas y cómo decirlo o redactarlo”[13], y es aquí donde entran algunas consideraciones de orden psicológico.

Por ejemplo, algunos de los obstáculos más comunes que se enfrentan para hablar frente al público, son la inseguridad, el miedo y la timidez, que todos hemos experimentado alguna vez, y que pueden ser considerados como normales hasta un cierto punto en que no impidan la expresión de nuestras ideas o sentimientos. Las técnicas más recomendadas para superar este primer obstáculo psicológico se centran en provocar cambios favorables en nuestro organismo que permitan la fluidez de nuestro estado mental, y son:

a) La relajación muscular: nuestro cerebro puede ordenar a todo el cuerpo que se distense después de haber focalizado mentalmente nuestros puntos de tensión.
b) La respiración profunda: es aquella que aspira el aire por la nariz y lo lleva hasta la zona abdominal jalando el diafragma hacia abajo permitiendo más entrada de oxígeno al cuerpo.
c) Un comienzo seguro: al momento de iniciar la participación nos da confianza el hecho de empezar dominando el principal punto de nuestra exposición. Por ejemplo, en una plática de tabaquismo podemos comenzar diciendo las estadísticas más relevantes: “En México, mueren cada año 8,000 personas a causa del consumo de cigarro...”

Otro tipo de obstáculos serían los sociológicos, provocados por la organización autoritaria de la sociedad y la falta de protagonismo de las personas. Un ejemplo claro de esto lo vemos cuando se trata de la participación ciudadana a nivel comunitario o cuando los alumnos tienen que exponer en clase y encuentran dificultades en expresar su pensamiento. Tal vez, el problema subyacente sea el hecho de que, a pesar de que se nos enseña a leer y escribir desde la primaria, nunca se nos enseña a hablar y a expresarnos adecuadamente como materia elemental de interacción dentro de la sociedad. Además de esto, es conveniente que aquél que se ubica frente a un grupo tome en cuenta lo que se ha denominado las “Leyes del Auditorio”[14], que pueden resumirse diciendo que una colectividad toma necesariamente matices distintos de los que toman las personas aisladamente.

Para superar estos obstáculos habremos de recordar las condiciones y las cualidades básicas de un orador, que también pueden aplicarse en lo concerniente al moderador.
Las condiciones son:
Ø La naturalidad del que habla: comportarse como usualmente lo hace, es decir, no sobreactuar.
Ø La claridad de ideas: el conocimiento previo sólido nos permite fluir de una idea a otra de manera ordenada.
Ø La facilidad de expresión: el conocimiento de un amplio vocabulario nos permite encontrar sinónimos o acepciones para explicar de diferentes formas lo que queremos comunicar.
Ø La memoria: es la capacidad de almacenar y conservar información para posteriormente utilizarla. Éste es un recurso imprescindible que se puede desarrollar mediante la mnemotecnia.
Ø La sensibilidad ante el auditorio: es la capacidad para sentir emociones y afectos de los demás. El comportamiento de las personas en grupo adquiere características propias que el moderador debe conocer y saber explotar.

Y las cualidades:
Ø La sinceridad: es expresarse o actuar tal como se piensa y se siente. No hay mejor consejo que no hablar de lo que no se sabe.
Ø La humildad: es la ausencia de orgullo. No es conveniente que la actitud del orador hacia el auditorio sea de superioridad.
Ø El coraje: es valor, energía y decisión. Se puede entender como la actitud de expresar con firmeza lo que uno piensa y siente.
Ø La paciencia: es la facultad de saber esperar el momento adecuado dadas las circunstancias. Ésta es una característica que permite mejorar día con día las capacidades innatas y las adquiridas.
El moderador debe estar consciente además de que el habla no es la única forma de comunicación que utilizará en su discurso dado que él mira, se mueve en su lugar, se expresa con sus gestos, etcétera. Por eso revisaremos en lo que sigue los dos grandes tipos básicos de comunicación.

Tipos de Comunicación
Las formas de comunicación humana pueden agruparse en dos grandes categorías: la comunicación verbal y la comunicación no verbal:
- La comunicación verbal se refiere a las palabras que utilizamos y a las inflexiones de nuestra voz (tono de voz).
- La comunicación no verbal hace referencia a un gran número de expresiones faciales y corporales, entre los que se podrían citar como los más importantes el contacto visual, los gestos faciales, los movimientos de brazos y manos o la postura y la distancia corporal.
Pese a la importancia que le solemos atribuir a la comunicación verbal, entre un 65 % y un 80 % del total de nuestra comunicación con los demás, la realizamos a través de expresiones no verbales. Para comunicarse eficazmente, los mensajes verbales y no verbales deben coincidir entre sí. Muchas dificultades en la comunicación se producen cuando nuestras palabras se contradicen con nuestra conducta no verbal. Es por eso que podemos afirmar que la comunicación eficaz entre dos o más personas se produce cuando el receptor interpreta el mensaje en el sentido que pretende el emisor, o dicho en otras palabras, cuando la comunicación produce los resultados deseados previamente estipulados o ideados por aquél que se expresa.
Por otra parte, consideramos que el requisito indispensable para que se dé la comunicación eficaz es escuchar con atención, puesto que uno de los principios más importantes y difíciles de todo el proceso comunicativo es el saber escuchar. La falta de comunicación que se sufre actualmente, se debe en gran parte a que no se sabe escuchar a los demás. Se está más tiempo al pendiente de las propias emisiones y en la necesidad propia de comunicar, que se pierde la esencia de la comunicación, es decir, poner en común, compartir con los demás. Existe la creencia errónea de que se escucha de forma automática, pero no es así. Escuchar requiere un esfuerzo superior al que se hace al hablar y también del que se ejerce al escuchar sin interpretar lo que se oye. Pero, ¿qué es realmente escuchar con atención?
Escuchar con atención significa escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla. ¿Cuál es la diferencia entre el oír y el escuchar? Existen grandes diferencias. El oír es simplemente percibir vibraciones de sonido. Mientras que escuchar es entender, comprender o dar sentido a lo que se oye. Escuchar con atención implica necesariamente hacerlo de manera activa por encima de lo pasivo. Escuchar con atención se refiere a la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen en el mensaje. Para llegar a entender a alguien se precisa asimismo de cierta empatía, la cual es la identificación mental y emocional con el estado anímico de la otra persona, lo cual conocemos como saber ponerse en el lugar de la otra persona.
Algunas de las estrategias que podemos emplear para que nuestra comunicación se realice escuchando con atención activamente son tan sencillas como las siguientes:
- Disposición psicológica: es prepararse interiormente para escuchar. Como dice la sabiduría popular tenemos dos oídos y solamente una boca, puesto que nos conviene escuchar más de lo que hablamos.
- Observar al otro: es identificar el contenido de lo que dice, tratando de aprehender los objetivos y los sentimientos adjuntos. Esto se da mediante una lectura del contexto comunicativo.
- Expresar al otro que se le está escuchando: esto se logra mediante la retroalimentación que es el motor del diálogo y se alienta con comunicación verbal y no verbal.
Para lograr escuchar con atención activamente, también se recomienda considerar algunas habilidades que todos podemos desarrollar y poner en práctica:
Mostrar empatía: Escuchar activamente las emociones de los demás es tratar de “ponernos en los zapatos del otro” y entender sus motivos. Simplemente, que somos capaces de ponernos en su lugar. Sin embargo, no significa aceptar ni estar de acuerdo con la posición del otro. Para demostrar esa actitud, usaremos frases como: “entiendo lo que sientes”, “noto que...”.
Parafrasear: Este concepto significa verificar o decir con las propias palabras lo que parece que el emisor acaba de decir. Es muy importante en el proceso de escuchar con atención activamente ya que ayuda a comprender lo que el otro está diciendo y permite verificar si realmente se está entendiendo y no malinterpretando lo que se dice. Un ejemplo de parafrasear puede ser: “Entonces, según veo, lo que pasaba era que...”, “¿Quieres decir que te sentiste...?”.
Emitir palabras de refuerzo o cumplidos: Pueden definirse como verbalizaciones que suponen un halago para la otra persona o refuerzan su discurso al transmitir que uno aprueba, está de acuerdo o comprende lo que se acaba de decir. Algunos ejemplos serían: "Esto es muy interesante"; "Como acertadamente lo señala usted…" o "Su aportación tendrá repercusiones importantes". Otro tipo de frases menos directas sirven también para transmitir el interés por la conversación: "Bien", "umm" o "¡Estupendo!".
Resumir: Mediante esta habilidad informamos a la otra persona de nuestro grado de comprensión o de la necesidad de mayor aclaración. Expresiones de resumen serían:
- "Si no te he entendido mal..."- "O sea, que lo que me estás diciendo es..."- "A ver si te he entendido bien...."
Expresiones de aclaración serían:- "¿Es correcto?"- "¿Estoy en lo cierto?"
Cuidar la comunicación no verbal: para ello, tendremos en cuenta que la comunicación no verbal debe de ir acorde con la verbal. Por ejemplo, decir " Esto es cierto" cuando lo que se observa es una cara de duda dejará a la otra persona peor que si no se hubiera dicho nada. Los dos elementos de esta habilidad son:
- El contacto visual: es el porcentaje de tiempo que se está mirando a los ojos de la otra persona. El contacto visual debe ser frecuente, pero no exagerado.
- El afecto: es el tono emocional adecuado para la situación en la que se está interactuando. Se basa en índices como el tono de voz, la expresión facial y el volumen de voz (ni muy alto ni muy bajo).
Por otra parte, si bien hemos descrito algunas estrategias y habilidades que forman parte activa de escuchar con atención activamente, ahora daremos algunos elementos que se deben evitar:
- No distraernos.
- No interrumpir al que habla.
- No juzgar.
- No ofrecer ayuda o soluciones prematuras.
- No rechazar lo que el otro esté sintiendo, por ejemplo: "no se preocupe, eso no es nada".
- No contar "tu historia" cuando el otro necesita hablarte.
- No contraargumentar. Por ejemplo: el otro dice "No estoy de acuerdo" y tú respondes "!pues yo sí estoy de acuerdo¡".
- Evitar el "síndrome del experto": ya tienes las respuestas al problema de la otra persona, antes incluso de que te haya contado la mitad.
Después de haber delineado aspectos importantes de la comunicación verbal y no verbal, finalizaremos esta parte del artículo con algunas recomendaciones técnicas para mejorar la comunicación escrita, pensando sobre todo ahora en la función del relator:

Algunos detalles para una buena redacción serían los siguientes puntos[15]:
a) Claridad: es la cualidad que permite que un escrito sea inmediatamente comprensible y fácil de leer.
b) Precisión: consiste en utilizar las palabras y expresiones adecuadas al significado que se quiere dar.
c) Sencillez: El empleo de palabras y formas de construcción de fácil comprensión, evitar lo rebuscado, ampuloso y rimbombante.
d) Concisión: utilizar sólo aquellas palabras que sean absolutamente necesarias para expresar lo que se quiere.
e) Originalidad: esta cualidad enfrenta a quien escribe a ser honesto consigo mismo, a buscar una expresión genuina de las ideas concebidas y de los conocimientos asimilados.
Con esto finalizamos lo concerniente a las técnicas de comunicación para los moderadores y relatores. Solamente nos resta aportar las guías elaboradas para ambos. Esto es, queremos proporcionar dos recursos concretos que apoyen el desempeño de cada uno.

Recursos operativos prácticos para el moderador y el relator
El resultado obtenido en el primer curso-taller para moderadores y relatores del “Segundo Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia y la Investigación para la Educación” fue la elaboración de dos guías: una para el moderador y otra para el relator, respectivamente, que fueron hechas en conjunto por los instructores y participantes, mediante la aplicación, tanto de las experiencias previas en este campo, como de los elementos teóricos expuestos. Una versión de las guías diseñadas por los autores de este documento se presenta a continuación a manera de esquema:

Guión para moderadores
1.- Hace una presentación general:
Comienza saludando a los asistentes: “buenos días/tardes/noches” dependiendo del horario del evento.
§ Da la bienvenida a los asistentes a nombre del comité organizador mencionando el título completo del evento y a las instituciones que lo patrocinan o convocan.
§ Termina la presentación general con unas palabras de agradecimiento al público por su asistencia y reitera la cordial bienvenida.
§ Se presenta a sí mismo el moderador diciendo su grado o función dentro de una institución y su nombre completo, señalando que estará presente como moderador en la forma de trabajo específica que se haya elegido.
§ Dice el nombre de la mesa, panel, ponencia, conferencia o temática general del encuentro.


2.- Explica la mecánica de trabajo:
§ Señala el tiempo de exposición para cada ponente dependiendo del número de ellos.
§ Advierte que usará una tarjeta de color amarillo para indicarle al ponente en turno que tiene dos minutos para concluir su participación.
§ Si es el caso, explica al inicio de las ponencias que se repartirán papeletas para que los asistentes escriban sus preguntas dirigidas a los ponentes y las hagan llegar al moderador por medio de las edecanes.
§ Indica que al final de las ponencias se dará tiempo a los ponentes para responder a las preguntas que se les hayan planteado.
§ En el caso de que las preguntas se hagan directamente a los ponentes el moderador hará la recomendación a los asistentes de que sus preguntas sean breves y concisas para dar la oportunidad a más preguntas. Nosotros recomendamos que el moderador le pida a los asistentes que comiencen su intervención claramente en forma de pregunta siempre con un pronombre interrogativo de tal manera que la hagan más directa y concisa.
§ También se sugerirá a los asistentes apagar sus celulares o ponerlos en el modo vibrador para mantener un silencio adecuado.


3.- Presenta al o a los ponentes.
§ Dice el título obtenido y el nombre completo del o los ponentes.
§ Menciona:
-la universidad, instituto u organización de la cual procede
-lo más destacado de su trayectoria
-el nombre de la ponencia que nos va a impartir
§ Le cede la palabra al ponente o ponentes siguiendo un orden prescrito.


4.- Mantiene el orden.
§ El moderador debe estar en comunicación con la edecán o encargado de la sala en caso de que se presenten irregularidades.
§ En caso de ser necesario el moderador pronuncia la siguiente frase: “se solicita de la manera más atenta guardar silencio para poder continuar con los trabajos de la mesa, gracias”.

5.- Regula la distribución del tiempo.

Usará tarjetas de color amarillo con la leyenda “2 minutos”.
Toma la palabra cuando el ponente ha excedido el tiempo permitido y agrega una frase como la siguiente: “lamento interrumpir su excelente ponencia, quisiéramos seguir escuchándola pero no me gustaría utilizar el tiempo de los demás ponentes”.
En caso de que algún ponente haya faltado a la mesa, el tiempo restante se utilizará de preferencia para la sesión de preguntas y respuestas.

6.- Finaliza la participación:

§ Agradece al ponente su participación diciendo su título y su primer apellido.
§ Menciona que dicha participación ha sido relevante para el evento.
§ Hace entrega del diploma, constancia o reconocimiento otorgado por las instituciones que convocan el evento.
§ En algunos casos se hará entrega además de un presente significativo.

7.- Concluye la mesa.

§ A partir de un guión redactado previamente por el moderador, donde ha considerado los objetivos del encuentro, liga los mismos con los resultados obtenidos en la mesa de trabajo.

8.- Cierra el encuentro.

§ Agradece la participación de los ponentes por haber compartido sus trabajos.
§ Pide un aplauso por la participación de todos.
§ Invita a los asistentes a la sobremesa*, es decir, a dialogar con los ponentes en el área destinada para tomar café y bocadillos, si es que se quedaron con más preguntas y comentarios.
§ Hace avisos generales sobre el encuentro y los eventos que seguirán a continuación.


Guión para relatores

El documento llamado relatoría debe contener lo siguiente:

1.- Encabezado, que se integra con:
título completo del evento
la o las instituciones que lo patrocinan o convocan
los escudos o emblemas de dichas instituciones

2.- Datos de identificación de la forma de trabajo, que debe incluir:
nombre de la mesa , conferencia, debate, etcétera
lugar donde se llevó a cabo (salón, auditorio, aula, etc.)
fecha y hora del encuentro

3.- Datos del o los ponentes:
el título y nombre completo del o los ponentes
nombre completo de sus ponencias

4.- Cuerpo:
las ideas centrales que hayan sido expuestas en conjunto
las conclusiones o acuerdos logrados en la mesa en caso de que los haya
participación del auditorio (hacia qué tema se enfocaron las preguntas y comentarios)
asistencia a la sala/auditorio/aula (en porcentaje)

5.- Datos de identificación del relator:
título y nombre completo
correo electrónico
observaciones del relator al comité organizador
recomendaciones del relator al comité organizador

Comentarios finales.
En el presente artículo vimos la importancia que tienen el moderador y el relator como agentes dinamizadores de la comunicación deliberativa en los diferentes tipos de encuentros académicos y científicos. Como resultado hemos obtenido dos guías que esperamos sean de utilidad para todos aquellos que deseen colaborar en el marco de algún evento de comunicación deliberativa. Cabe destacar que estas guías elaboradas deben utilizarse junto con las técnicas de comunicación eficaz que describimos previamente para obtener los mejores resultados y poder contribuir así al desempeño profesional de los interesados en participar en reuniones deliberativas.
Concluimos que es necesario profesionalizar las actividades desempeñadas en los espacios deliberativos por los que consideramos el eje de la misma, es decir, el moderador y el relator. La capacitación en las áreas de comunicación, además de hacer experta la competencia profesional en su propia área, harán del moderador y el relator piezas clave para la difusión y discusión de trabajos de investigación y desarrollo académico de las instituciones de enseñanza de nuestro país.

Bibliografía:

ANDER EGG, Ezequiel, AGULAR, María Jose y otros (1995) Técnicas de comunicación oral Editorial Humanitas, Buenos Aires, Argentina.

ARISTÓTELES (2004) Retórica Alianza Editorial, Clásicos de Grecia y Roma, 5ta. Reimpresión, Madrid, España.

DÍAZ-PLAJA, Fernando (1996) Arte y oficio de hablar (una pasión española) Ediciones Nobel, Oviedo, España.

DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2001) 22° Edición, Editorial Espasa, Madrid, España.

GARCÍA-CÓRDOBA, Fernando (2005) La investigación tecnológica Ed. Limusa, México, D.F.

GÓMEZ, Joas (1998) La redacción de tesis Ed. Spanta, México, D.F.

LEÓN MEJÍA, Alma B. (2002) Estrategias para el desarrollo de la comunicación profesional Ed. Limusa, México, D.F LEÓN MEJÍA, Alma B. Estrategias para el desarrollo de la comunicación profesional

MORALES, J. Francisco, y otros (1997) Psicología Social Editorial Mc Graw Hill, España.

REZA TROSINO, J. Carlos (1994) El ABC del Instructor Panorama Editorial, México, D.F.

VICENTE FERNÁNDEZ, Alberto (1987) Arte de la persuasión oral Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires, Argentina

* Este documento incorpora los recursos que se generaron en el curso-taller de formación de moderadores y relatores del “Segundo Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia y la Investigación para la Educación” convocado por la Asociación Mexicana de Metodología de la Ciencia, A.C., y la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, Unidad Culhuacan, llevado a cabo del 23 al 27 de Mayo del 2006.
[1] Alumno-Investigador de la Maestría en Metodología de la Ciencia del Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional (CIECAS-IPN).
[2] Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor–investigador del CIECAS-IPN. Becario de la COFFA y del PEDD.
3 Maestra en Letras, UNAM. Profesora de tiempo completo de la UPIICSA-IPN.
[3] Alma B. León, “Estrategias para el desarrollo de la comunicación profesional”, pág. 211
[4] Aristóteles, “Retórica”, pág. 64
[5] J. Carlos Reza Trosino, “El ABC del instructor”, pág. 75
[6] Joas Gómez, “La redacción de Tesis”, pág. 6
[7] Ander Egg, Aguilar y otros, “Técnicas de Comunicación Oral”, pág. 10
[8] García-Córdoba, “La investigación tecnológica”, pág. 366
[9] Joas Gómez, “La redacción de Tesis”, pág. 8
[10] Díaz-Plaja, “Arte y oficio de hablar”, pág. 62
[11] Joas Gómez, “La redacción de Tesis”, pág. 8
[12] Angel A. Marcuello García, http://www.psicologia-online.com
[13] Ander Egg, Aguilar y otros, “Técnicas de Comunicación Oral”, pág. 10
[14] Alberto Vicente Fernández, “Arte de la persuasión oral”, pág. 271
[15] Alma B. León, “Estrategias para el desarrollo de la comunicación profesional”, págs. 44-47
* Nota: este recurso fue ideado a partir de este curso-taller y también implementado con éxito por primera vez en el Segundo Congreso Internacional ya mencionado.